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Por Edi Libedinsky ()
Mohsen fue un joven iraní de 23 años, nacido el 24 de febrero de 2000, que trabajaba como camarero en un café de Teherán. Amante de los videojuegos y soñador, planeaba ahorrar para comprarse un PS5. Era descrito por sus compañeros de prisión como alguien generoso: “cuando tenía comida de más, me llamaba para compartir… me elogiaba mucho” .
El 25 de septiembre de 2022, durante las protestas por la muerte de Mahsa Amini, Mohsen retiró una barrera y la colocó en Sattar‑Khan Street para frenar la acción de las fuerzas de seguridad. Según la justicia iraní, atacó con un machete a un miembro de la milicia Basij, hiriéndolo en el hombro. A las víctimas les dieron 13 puntos de sutura
Fue juzgado el 1 de noviembre en un tribunal revolucionario y sentenciado a muerte el 20 de noviembre por “moharebeh” (enmendar con Dios), un cargo por “decidido a matar, aterrorizar y alterar la seguridad” . La apelación fue rechazada ese mismo día. Mohsen jamás pudo elegir su abogado y fue obligado a confesar en la televisión estatal; se hizo evidente que mostraba signos de tortura
El 8 de diciembre de 2022, apenas 74 días después de su detención, Mohsen fue ahorcado en la prisión de Gohardasht (Rajai‑Shahr) al amanecer . A la familia no se le informó: fueron enviados a varios cementerios y obligados a recoger su cuerpo sin avisar, mientras agentes uniformados vigilaban su entierro y prohibían rituales de duelo, incluso su ceremonia de 40 días 
Un video desgarrador muestra a su madre desplomándose en pleno llanto al enterarse que sus esperanzas de postergación de la pena eran mentirosas . Su padre, Masoud, continuó exigiendo justicia y fue detenido en febrero de 2024, acusado de “buscar justicia” . La familia sigue enfrentándose a presión, vigilancia y silencios obligados.
La ejecución generó protestas inmediatas en redes y en Teherán. Un lema coreado en las calles fue:
“Por cada persona que se mata, surgirán mil más” 
Organizaciones como Amnistía y gobiernos occidentales condenaron el acto: considerado una “justicia de espectáculo” diseñada para aterrorizar ante la mayor ola de detenciones desde 2017 .
Su compañera de celda, Saman Yasin, relató cómo él les decía a otros privados: “No se preocupen, esto es para asustarnos”… hasta que fue llamado solo para ser ahorcado . Un compañero describió su compañía:
“Mohsen trabajaba en un café… hablaba de videojuegos, de God of War… compartía comida y halagaba.” 
Mohsen Shekari era un joven común: trabajador, amante de los juegos, solidario. Fue capturado, sometido a un juicio exprés sin garantías, torturado y ahorcado en menos de tres meses por un sistema que intentaba silenciar una revuelta masiva. Su historia, lejos de ser borrada, sigue inspirando resistencia. Su nombre se suma al de quienes luchan por un Irán donde la vida y la voz no sean condenadas.