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Si Cuba fuera Corea del Norte, ya la habrían aplastado

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Por Albert Fonse ()

Corea del Norte tiene armas nucleares, sí. Pero no es solo eso lo que la convierte en una amenaza. Lo que la hace temida es que no se vende como inofensiva. No disfraza su tiranía. No permite turismo masivo ni exporta ron y canciones para maquillar su dictadura.

Corea del Norte no engaña a nadie. Por eso la tratan como lo que es: un enemigo. Es que el mundo la mira con desprecio y preocupación, con temor y condena, como corresponde a una dictadura que no es útil para nadie más que para sí misma.

Corea del Norte no tiene ni la décima parte de la influencia económica en el hemisferio que tiene Cuba. No controla el turismo de un país vecino como lo hace La Habana con Canadá. No exporta médicos ni infiltra países con sus espías disfrazados de diplomáticos. Ni dirige lobbies desde embajadas. No penetra medios de comunicación ni universidades extranjeras.

Sin embargo, Corea del Norte sí es tratada como una amenaza. Tiene sanciones severas. Sus aliados están bajo vigilancia. Nadie la normaliza. Nadie la presenta como una víctima. Ni hacen negocios con ella para luego fingir sorpresa ante sus crímenes.

Cuba… en cambio

Cuba, en cambio, lleva décadas jugando con la imagen. Pasa como una isla caribeña con sol, salsa y playas. Pero no es por eso que no la enfrentan. No la bloquean ni la sancionan con seriedad, no porque parezca alegre o tropical, sino porque demasiados actores internacionales tienen intereses ahí.

Lo incomprensible no es que sea una dictadura. Lo incomprensible es que, aun siéndolo, recibe apoyo, negocios, reconocimiento y legitimidad.

Mientras reprime, espía, encarcela y entrega su territorio a potencias extranjeras, le siguen llegando turistas, remesas, acuerdos, créditos y aplausos. En suelo cubano ya operan bases de espionaje rusas y chinas.

Cuba mantiene relaciones estratégicas con Irán y Bielorrusia. Coopera con regímenes autoritarios, protege fugitivos y forma cuadros ideológicos para exportarlos por toda América Latina y el mundo. Es un centro de operaciones para desestabilizar el orden democrático regional, no es un país aislado que sufre en silencio.

Durante décadas, la dictadura cubana ha creado, financiado y entrenado guerrillas comunistas en todo el continente. Las FARC, el ELN, Sendero Luminoso, el Frente Sandinista, el M-19, entre muchas otras, recibieron apoyo logístico, político y militar desde La Habana.

Hoy continúa ese trabajo por otros medios, pero con el mismo objetivo: infiltrar, dividir, incendiar. Cuba está detrás de casi todos los movimientos y organizaciones de izquierda radical que buscan desestabilizar gobiernos democráticos, romper el orden institucional y tomar el poder por la fuerza o por el caos.

Con Cuba el mundo pasa de largo

Su estructura de poder no solo se sostiene dentro de la isla. Sus agentes y lobbies han penetrado profundamente, desde organismos internacionales hasta gobiernos aliados. Desde universidades hasta medios de comunicación. Desde el Vaticano hasta Washington.

La diferencia no es el poder nuclear. La diferencia es la hipocresía del mundo.

Estados Unidos y sus aliados saben perfectamente que la dictadura cubana aloja tecnología militar extranjera, permite operaciones de inteligencia en su territorio y participa activamente en campañas de desinformación y subversión.

Saben que es el epicentro del comunismo en América Latina, que ha entrenado guerrillas, financiado atentados y protegido terroristas. Pero la tratan como si fuera una nación pintoresca con problemas internos.

Si mañana Corea del Norte abriera un hotel para canadienses o europeos, nadie lo permitiría. Si instalara una base de espionaje a 90 millas de Estados Unidos, sería un acto de guerra. Pero cuando lo hace Cuba, todo el mundo se hace el ciego.

Cuba está ahí por la complicidad del mundo

La dictadura cubana no sobrevive por su fuerza interna. Sobrevive por el negocio que representa. Las remesas, el turismo, los contratos con empresas extranjeras, las concesiones diplomáticas. Todo eso mantiene en pie al castrismo, no el apoyo del pueblo.

No existe voluntad de enfrentarla porque demasiados sacan provecho de su existencia. Canadá gana con el turismo. Europa gana con los negocios. La izquierda gana con el discurso. Estados Unidos evita el costo político de hacer lo que hace falta. Las élites religiosas callan por conveniencia.

Cuba no es un país cualquiera. Es un peón del eje antioccidental. Es una amenaza estratégica, geopolítica e ideológica. No se llama Corea del Norte, no lanza misiles, y no desafía al mundo con fuegos artificiales. Opera desde las sombras, disfrazada de víctima, respaldada por los que lucran con su tiranía.

No es por las playas. No es por la salsa. Es por la complicidad.

El régimen totalitario cubano no es tratada como el de Corea del Norte, no porque sea menos peligroso, sino porque a muchos les conviene que exista.

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