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Por Yoyo Malagón ()
Múnich.- Hacía más de tres décadas que un equipo no le sacaba cuatro goles a otro en una final de la Champions. Y nadie había sacado ventaja de cinco jamás. El último en salir abochornado de la cancha fue el Barcelona de la temporada 1993-1994, que cayó por goleada ante el Milán AC.
Ha llovido mucho desde entonces. Hasta que se apareció el PSG de Luis Enrique en la final para aplastar al Inter de Milán, el mismo que eliminó en semifinales al Barcelona, favorito por la parte débil de organigrama.
Cinco goles, cinco chícharros ante un Inter golpeado, que no pudo superar el primero de los goles, el de Acraf Hakimi, que los dejó groggui, a expensas del fútbol vistoso de los parisinos que, al fin, muchos millones de dólares y años después, ganan en Europa.
Fue una final extraña. Muy diferente a las últimas, demasiado apretadas, tan parejas que no había distancias entre uno y otro de los rivales. Esta se fue de un lado. Y cayó del lado del PSG. Y lo sacó con nota, con cinco goles de diferencia, la mayor en la historia de las Champions.
El PSG esperó, vio pasar grandes jugadores, técnicos laureados y al fin, con Luis Enrique y sin tantos jugadores glamorosos, levantó la Orejona.
Fue el equipo de Luis Enrique. O tal vez el de Dembelé, de Hakimi, o del georgiano de nombre raro, o del chico que anotó dos goles… pero en la grada se vivió como nunca.
Fue un paseo. Un atropello. El PSG entra en la historia del fútbol. Y lo hizo a lo grande.