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Por Oscar Durán
La Habana.- No hay semana que pase sin que el régimen cubano saque pecho por algo que se asemeje a un acto de heroicidad. Esta vez, el turno fue para el Contingente Henry Reeve. Ese batallón de batas blancas se vende al mundo como símbolo de altruismo, pero en realidad encarna el esquema más cínico de explotación laboral moderna.
Según Julio Guerra, un burócrata más del Ministerio de Salud Pública, Cuba está lista para enviar brigadas médicas en cuestión de 24 o 48 horas a cualquier país que lo necesite. Claro, siempre y cuando esos países cierren los ojos ante el desastre sanitario interno que tiene la isla.
Cuba no puede garantizar un paracetamol en sus farmacias ni una cama limpia en sus hospitales. Sin embargo, exporta médicos como si el país rebosara en salud. La propaganda es clara: «más de 605.000 profesionales han colaborado en 165 países», repiten como letanía triunfal. Lo que no dicen es que esos mismos médicos tienen que dejar a sus familias atrás. También, deben renunciar a su salario en moneda fuerte y vivir bajo estricta vigilancia mientras cumplen misión.
Y que no venga el pobre de Marco Rubio a hacer de esto un show político porque Roberto Morales Ojeda no se lo va a permitir. El problema no está en la crítica del imperialismo; está en la naturaleza del propio sistema. El trabajo forzado que denuncian no es un invento. Médicos a los que se les confiscan los pasaportes, se les controla el salario, y se les impide regresar al país si desertan. Eso, en cualquier manual, se llama esclavitud moderna. Y Cuba lo ha perfeccionado como una industria.
Pero como todo lo que tocan los burócratas de La Habana, incluso este símbolo de «solidaridad» ha sido manoseado hasta el cinismo. Ahora la nueva es vender la medicina cubana para desastres en el Congo o a Italia. Mientras, en el Hospital Clínico Quirúrgico de 26 los pacientes llevan semanas sin sutura quirúrgica y los mosquitos hacen ronda en terapia intensiva.
La comunidad internacional debería dejar de aplaudir lo que, en el fondo, es una transacción opaca de carne médica. Los que aún creen que el Henry Reeve es sinónimo de gloria, deberían visitar cualquier hospital cubano fuera del circuito turístico. Ahí está la verdadera cara del sistema. Médicos sin guantes, enfermeros que compran gasas por su cuenta y pacientes que ruegan por un antibiótico como si fuera oro.
Así es la Cuba de hoy. Exporta lo poco que le queda: sus hijos. No por amor, sino por divisas. Ni el sistema de salud, ni la educación, ni la moral del régimen puede sostenerse sin vender alguna que otra épica. Aunque esta épica tenga pies de barro y olor a chantaje.