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NIÑEZ EN CUBA: LOS CHARCOS DE LA INOCENCIA

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Por Ernesto Ramón Domenech Espinosa ()

 Una sociedad que no cuida a sus niños y ancianos es una sociedad mezquina. La Cuba después de 1959, empujada por la mentira y el Terror, ligó su destino a una ideología y ha derivado en una colectividad mutilada a la que se le ha impuesto la violencia y el Oportunismo como reglas de juego.

La mezquindad del Castrismo es doble: Abandona a sus Ancianos después que ellos entregaron sus vidas en pos del paraíso prometido al tiempo que adoctrinan, utilizan y castigan a niños y jóvenes de acuerdo a los intereses del Estado.

Hablemos de la niñez en Cuba. La precaria alimentación, educación, diversión y atención médica que han padecido y padecen nuestros infantes no es algo “coyuntural”. Un Régimen que nunca ha estado interesado en el Progreso y Bienestar de su gente, tampoco se preocupa por la infancia.

Su único interés ha sido permanecer en el Poder y de esa manera proteger los privilegios, lujos y comodidades de sus Dirigentes (la Familia Castro-Ruz en primer lugar) y a los que el resto de los ciudadanos no tienen acceso.

Cuando hablo de “Castigo” no lo hago en sentido metafórico, el castigo ha sido real, sistemático, cruel. ¿Qué peor castigo puede haber para un niño que el robo de la ilusión, el quebranto de la inocencia? Se nos negó la magia y los colores de las Navidades, de los Reyes Magos y Papá Noel, de las historias de Walt Disney y Tarzán para imponernos una consigna: “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”.

Desde los 5 años nos obligaron (todavía los obligan) a imitar, no a José Martí, Ignacio Agramonte o Antonio Maceo, sino a un argentino que se regodeaba en el Odio y la Violencia.

Sin derecho a juguetes

 Nada hace brillar más los ojos de un chico que un juguete nuevo. El Castrismo decidió que los niños y niñas cubanos sólo podrían acceder a carritos, muñecas, pistolas de plástico, pelotas o casitas en miniaturas una vez al año, luego de un bombo para rifar números y varios días de colas.

Eran apenas tres juguetes, tampoco era que todos los muchachos tendrían las mismas oportunidades para una bicicleta o una carriola. A muchos la suerte apenas les alcanzaba para una pelota y una caja de bolas. ¿Cómo se le explica a un hijo que no tiene derecho a un juguete?

A los pioneros cubanos se nos impuso 90 minutos diarios de programas infantiles en la TV y el racionamiento de helados, chocolate, refrescos, galletas, las compotas, las frutas y hasta la leche.  Comprar una caja de bombones, un pomo de mermelada de guayaba o un paquete de galletas de soda era una quimera, no se conseguían en casi ninguna tienda, la producción nunca alcanzó para todos. Los niños que vivíamos en pueblos y ciudades del interior, la Capital ha tenido siempre privilegios, asociábamos los estuches de bombones, “Peters” y “africanas” con La Habana, con el parque Lenin.  

¿Qué sucedió con los parques infantiles? ¿y cines y teatros con actividades para los más pequeños? ¿Alguien sabe del Guiñol, de los Carruseles o las películas los Domingos por la mañana? Cruces, mi pueblo, tenía un hermoso Parque Infantil que ofrecía columpios, barquitos, canales para tirarnos, cachumbambés, Tío Vivo, y hasta bancos para el descanso en medio de frondosos almendros, flamboyanes y eucaliptos. “Alguien” decidió que era preferible demoler aquel Palacio del Juego para adicionar una cuadra al Paseo del Prado. Hoy Cruces, 40 años después, sigue sin Parque Infantil.

Las escuelas y el adoctrinamiento

Al Castrismo no le fue suficiente imponernos todo tipo de carencias y privaciones; algo peor nos esperaba. Las escuelas en Cuba pasaron a jugar una doble función: Centros de instrucción y de producción. En el caso de los Institutos (Secundaria o Pre Universitario) urbanos cerrarían las actividades docentes por 45 días cada curso escolar para enviar a alumnos y profesores a trabajar al campo.

El Plan de combinar Estudio y Trabajo se completaría con la construcción de una extensa red de escuelas (Becas) en zonas rurales del país en las que, bajo estrictas normas de disciplina, alejados de la familia y en régimen de internamiento, fuimos obligados a trabajar 4 horas diarias sin remuneración alguna. Las ESBECs y las IPUECs eran verdaderos centros de reclusión donde lo normal era la violencia, el robo, el fraude, y el acoso sexual a niñas de 12, 13, 14 y 15 años.

Las Escuelas en Cuba también pueden cerrar para convocar a sus colegiales a desfiles del 1 de mayo, Protestas frente a la Embajada de USA o actos de repudio a la Disidencia. Una tarde de 1980, la Secundaria Básica “José de la Luz y Caballero” suspendió las clases y se unió a una vociferante multitud que recorría la calle Heredia. Me vi desfilando y gritando improperios frente a la Casa de los Escobar, una familia que había decidido abandonar el país. 

Cosas que no cambian

La familia Escobar vivía frente a mi casa, los insultos eran contra José, Elena, Teresita (de 13 años), Raúl, Juana, Lila y el Gallego. Era la familia que cuidaba de mi hermana y de mi cuando mi Madre enfermaba o tenía que ir a atender los abuelos a Cienfuegos. Allí, en la casa asediada, pasé muchas noches; con ellos almorzaba, comía y dormía, me llevaban a pelar o a un juego de pelota. Y allí estaba yo, en medio del gentío, gritando “Gusanos” y “Abajo la Escoria”. ¡Qué vergüenza le hice pasar a mi Madre! ¡Ella, que adoraba a Lila!

Algunos dirán: Ernesto, eres un amargado, un resentido, no fue para tanto, que hubo también diversión y risa. Y sí que la hubo pues un niño se contenta con muy poco, no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor, lo protege la inocencia y los padres hacen lo posible y lo imposible por verlo sonreír. Una muñeca de trapo, una chivichana, una melcocha, un reguilete, un papalote, un durofrío, un juego de yaquis, o un Domingo en la playa nos alcanzaba para imaginar la “felicidad”. Muchísimos Padres y Madres judíos hicieron reír y hasta celebraron cumpleaños a sus hijos estando encerrados en Campos de Concentración.

              En pleno siglo XXI, en este 2025, no es extraño encontrar en las calles de mi país, Cuba, niños desnutridos, pidiendo dinero o chicles a un turista, bailando un obsceno reguetón, insultando o agrediendo a un compañero de aula o a un profesor, o incluso, fumando, bebiendo alcohol o dedicándose a la prostitución.

Lo que las estadísticas no cuentan

En las estadísticas de la UNICEF no cuentan los muchachos (niños) de 12, 13, 14 o 15 años que se van a la cama con un español, un canadiense o un mexicano por un par de zapatos o unos pocos dólares. Tampoco a la ONU, la UNICEF o el Gobierno de USA le interesan los nombres de los hijos de los Presos Políticos, de las tres niñas fallecidas en el derrumbe de un edificio o el de los 10 niños asesinados en el Remolcador “13 de Marzo”. 

Estos niños y jóvenes de hoy, a los que el Régimen roba la alegría, la risa y la esperanza, cargan demasiado temprano el peso de la frustración y el dolor. El Hombre Nuevo es el producto final del Niño maltratado, adoctrinado, abusado.

Hijos, sobrinos, ahijados y nietos son regalos de Dios; ninguna Ley o Decreto puede forzar la separaciòn. Tenemos el Derecho y, además, la obligación, de cuidarlos, educarlos y hacerlos felices, aún en las peores circunstancias. Ellos son la esperanza del Mundo, pero, sobre todo, la Esperanza de una Cuba Nueva, Libre y Democrática.

(Este texto fue publicado el 27 de septiembre de 2023)

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