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Por Dr. Alexander Jésús Figueredo Izaguirre
Houston.- Vivimos en una Cuba donde los diagnósticos son una ruleta rusa. Te dicen que tienes lo que no tienes y lo que de verdad tienes, nunca lo descubren… o no les importa.
Cuando mi bebé tenía apenas 19 días de nacido, comenzó con fiebre. Lo ingresaron en la sala de neonatología del pediátrico de Holguín. Le dieron el alta seis días después sin saber de dónde venía la fiebre. Solo detectaron un soplo.
En casa, mi hijo seguía haciendo fiebres bajas, vomitando flemas, con cambios de color en la piel. Lo llevé a todos los pediatras de Gibara. ¿El diagnóstico? Reflujo. Siempre reflujo. Pasaron los meses y yo veía cómo su respiración se deterioraba y sus ojitos se hundían.
Desesperada, llamé a la doctora del consultorio. ¿Su respuesta? “Debe ser que lo estás arropando mucho”. Y cuando insistí en que era algo respiratorio, me soltó: “Si hubiera material para rayos X aquí en Gibara, se lo haríamos para salir de dudas”.
En ese instante, tomé la decisión de irme para Holguín. Me costó lágrimas y pelea que le indicaran una simple radiografía, porque para ellos “mi niño no tenía nada”. Pero insistí. Me impuse. Me puse firme.
¿El resultado del rayos X?
Neumonía. Y la base derecha del pulmón engrosada.
Esos mismos médicos que antes me trataron como loca, ahora pedían disculpas. Ahora sí “preocupados”. Ahora sí lo ingresaron.
¿Y si no hubiera insistido? ¿Y si me resignaba al reflujo? ¿Cuántas madres en Cuba están enterrando hijos por confiar en un sistema que ya no tiene ni lo básico?
En Gibara no hay rayos X. Solo los usan “en casos específicos”. Porque así funciona este sistema podrido: sin recursos, sin vergüenza y sin humanidad.
Mi hijo estuvo a punto de morir por negligencia y abandono
Esto no es una anécdota. Es una denuncia. Y es el reflejo de un país donde un régimen ha convertido la salud pública en un cementerio de ilusiones.