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Por Esteban Fernández Roig

Miami.- La gran temporada, la primera, la gloriosa, la inolvidable era “La Liga Invernal de beisbol”. Gloria eterna para el Habana, Marianao, Cienfuegos y mi adorado Almendares.

Y acto seguido se iniciaban diferentes etapas. ¿Quién dictaba las épocas ? Nunca lo supe, todavía no sé.

Simplemente iba al cercano Parquecito Martí y ahí los muchachos del barrio -practicándolo- me enseñaban el inicio de cada nuevo ciclo. Eran el ejemplo a seguir…

Ya desde las siete de la mañana había un grupo de niños jugando, por ejemplo, a la viola y como por arte de magia se corría la bola y los niños del pueblo entero se las pasaban dos o tres semanas -quizás hasta un mes- brincando unos por encima de otro y gritando: “A la una mi mula, a las dos mi reloj, a las tres mi café, a las cuatro mi gato”.

Y así sucesivamente iban surgiendo las diferentes temporadas: La quimbumbia, las canicas, los papalotes, los trompos, las pelotas de cajetillas de cigarrillos Partagás, las chiringas, las chivichanas, el Ping pong…

La época de los patines nos llevaba -desde las ocho de la mañana- al Parque Central, y a nuestro alrededor siempre estaban las madres preocupadas porque nos cayéramos y nos partiéramos “una pata”…

De pronto, se inició “el tiempo de los papalotes”, La temporada ideal para volar papalotes en Cuba es entre enero y marzo.

Circa febrero del año 57 y con tristeza vi que yo no tenía papalotes y el viejito vecino llamado Gustavo O’Hallorans afectuosamente me hizo una chiringa.

En el periodo de los trompos me compré uno por 10 centavos en la quincalla de Adea y Humberto frente al Parquecito Martí. Me aventuré a ir a jugar , y rápidamente unos muchachos grandulones me partieron mi trompo en dos.

Adquirí otro y mi amigo Oscarín Castro la sacó filo a la punta y gracias a eso pude guapear hasta en Reparto de Las Yaguas.

Mientras tanto, las niñas estaban jugando a las muñecas, a los yaquis, a los palitos chinos, a las Cuquitas, y a la “Rueda rueda de pan y canela”…

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