Por Guillermo Rodríguez Sánchez
Ciego de Ávila.- Hay un tipo en Santiago de Cuba que va a pie por la calle mínimo par de veces a la semana con una jaba enorme y una mochila.
Así, espontáneo, jovial, sonriente, a lo cubano cubano.
Se va acercando en su andar sobre todo a las personas más ancianas o discapacitadas, saluda, te dice «qué bolá» y de repente saca lo mismo un jabón, un paquete de detergente, uno de espaguetis, un pomo de aceite o una lata de puré.

¿Qué hace luego?, entabla una charla repleta de afectos con esa gente humilde, les obsequia algunos productos, bendice y sigue su camino buscando la próxima «presa».
¡Qué va!, alerta, este sujeto es un traficante, ¡sí!, es un traficante de emociones, en sus jabucos carga minidosis de alegría y alivio pasajero tan valioso para esas almas desgastadas por una realidad que las va superando casi sin remedio.

Me atrevo a decir que sumando todas las ocasiones que este hombre ha repetido sus caminatas de esperanza, varias toneladas de alimentos desparramó ya en manos necesitadas, ni hablar de los infinitos kilogramos de dicha desperdigada en tantos corazones agradecidos ante la sorpresa.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
¿Y quién es?
Yasser Sosa Tamayo, cubano de a pie igual que todas esas bellas señoras que aparecen en las imágenes.
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