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Por Eduardo Díaz Delgado ()
La Habana.- La Cintumbare, la polémica influencer cubana ha sido detenida y se enfrenta a una muy posible e inminente deportación. Yo no voy a esconder mi alegría, no tengo que quedar bien.
Históricamente, el cubano que emigraba a los Estados Unidos llegaba con un propósito claro: trabajar y abrirse camino en una sociedad donde el esfuerzo individual era la clave del éxito, mientras repudiaban el sistema que los obligó a emigrar. La situación de esta influencer refleja el deterioro de valores que el sistema cubano ha fomentado a lo largo de los años, degradando principios como la honestidad, el esfuerzo y… el patriotismo olvídenlo. (Está gente promueve el «hay que salir echando para mantener a la familia y cuando pueda voy a Cuba a especular. Me da igual cómo esté, eso no lo puedo resolver ni me interesa»).
Este fenómeno no es casual. Es el resultado de un proceso largo que, desde el Periodo Especial, ha desdibujado el carácter de una sociedad sometida a la supervivencia, donde el «relajo» y el «bonche» se convirtieron en herramientas para sobrellevar la miseria y la desesperanza.
El caso de la Cintumbare parece ser un espejo distorsionado de los valores que en teoría promovió la revolución cubana, con su concepto del «hombre nuevo». En lugar de reflejar esfuerzo, solidaridad o ética de trabajo, se manifiesta en una especie de antítesis: una actitud de burla, arrogancia y provocación. Es una situación compleja y un ejemplo interesante de cómo ciertos comportamientos pueden polarizar a las comunidades migrantes.
Sin embargo, esta actitud contrasta enormemente con la de muchos cubanos que emigran con la intención de trabajar duro y ayudar a sus familias. Aunque personas como Cinthya, «la Cintumbare», no representan a la mayoría, su conducta ruidosa y provocativa amplifica un estigma dañino hacia los nuevos migrantes cubanos. Esto no solo perjudica la percepción externa de los cubanos en el exilio, sino que también pone en riesgo la estabilidad de aquellos que, con mucho sacrificio, intentan construir una nueva vida.
El hecho de que esta persona esté en peligro de deportación parece, en cierto modo, un desenlace lógico. Más que un castigo, es una llamada de atención para quienes llegan con una mentalidad similar. Es un recordatorio de que la libertad, más allá de ser una oportunidad, también exige responsabilidad. Y, para la mayoría de los cubanos que sí entienden el valor del esfuerzo, su eventual partida puede significar un alivio y una oportunidad para reparar la imagen distorsionada que personajes como ella han contribuido a construir.
Al final Biden, a quien retó muchas veces a deportarla, sin conocerla, le cumplió el «deseo». Ahora va a poder vivir del cuento, o sobrevivirlo, y va a estar muy cerca de Canel, a quien agradeció mil veces quién sabe por qué.
Y tú, ¿Qué crees?