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Por Eduardo Díaz Delgado ()
La Habana.- En Cuba, la posibilidad de emprender y prosperar está reservada solo para unos pocos; son los que tienen las conexiones adecuadas o los que, de una forma u otra, están vinculados al poder. Para el resto, para el cubano común, los negocios «permitidos» apenas son una vía para subsistir, o «escapar» de la miseria sin hacer mucho ruido.
Cualquier proyecto personal está a merced de los caprichos del Estado/PCC, que permite solo lo que no representa una amenaza a su dominio. Así, en vez de una economía de competencia y creatividad, lo que tenemos es un escenario donde la élite se beneficia de un sistema hecho a su medida. Con el respaldo del poder, algunos sectores, contactos y recursos están reservados exclusivamente para ellos, mientras que al pueblo se le deja lo mínimo.
No es casualidad que recientemente hayamos visto caer a figuras de alto rango como el vice primer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella, destituido por “graves errores” que no se especifican. Curioso, sobre todo, porque días antes Cubanet publicó información sobre los negocios de su hermano, quien de alguna forma logró acceder a un capital y a una infraestructura que están fuera del alcance de cualquier cubano promedio.
No hace falta decir que tener acceso a estas facilidades en el país del “control” no es algo que se pueda hacer de manera discreta. Al contrario, es un reflejo claro de tráfico de influencias y de un esquema donde el poder otorga ventajas que de otra forma serían imposibles.
Y no es el único caso. El exministro de Economía, Alejandro Gil, fue apartado recientemente también por «errores graves». Pero de nuevo, se nos deja en la sombra, sin saber cuáles fueron esos «errores», aunque el rumor de corrupción está en el aire. Es casi irónico que estos dirigentes no caen por sus continuos disparates ECONÓMICOS (es cínico llamarlos errores si se aprueban por toda la asamblea), que llevan años afectando al pueblo, sino por causas más profundas, relacionadas con disputas internas o escándalos que finalmente salen a la luz.
Lo cierto es que esta élite no necesita «robar» directamente. Tienen una ventaja estructural que les permite prosperar en sectores estratégicos y acumular recursos, sin ser cuestionados. No se trata solo de estar en el lugar correcto en el momento adecuado; es que el sistema está diseñado para que ellos tengan esas ventajas, mientras el resto de la sociedad queda atrapada en la mediocridad y la imposibilidad de progresar.
Cuando las cosas no salen a su favor, si surge una competencia que podría hacerles sombra, entonces el Estado interviene. No es raro que un negocio que compite demasiado bien sea cerrado de un plumazo, a menudo bajo algún pretexto administrativo o legal. No hace falta actuar de forma grosera; basta con cambiar una ley o imponer una restricción para eliminar a los «rivales» y mantener el monopolio.
La burocracia se convierte en un arma contra cualquier emprendimiento independiente, garantizando que el pastel siga siendo exclusivo para los «amigos» del poder. Así hemos visto como se fulmina cualquier actividad productiva que compita con los mecanismos de importación dominados por el «Sociolismo» .
Este tipo de prácticas ha dejado la economía cubana en un estado de inmovilidad, atrapada en un ciclo de corrupción y favoritismo. No hay incentivos para la competencia, ni para la innovación, y eso se traduce en una sociedad estancada. Al final, quienes se atreven a desafiar el sistema o a abrir un camino propio, se encuentran con un techo muy bajo y un horizonte que nunca podrán alcanzar.
PD. Cuando se destapa un caso de corrupción del que alguien de nosotros advierte, los medios oficiales hacen silencio. Se pasan la vida negando que eso ocurre, pero ¿después qué? Puedes estar segur@ que hay una docena a o varias más de casos así.