Por Danielly Aróstica
La Habana.- ¿Alguien sabe cuánto vale la vida de un nino? Muchos padres dirán que no tiene precio. No. Aunque lo parezca, aun no estoy demente. La vida de mi hija sí tiene impuesto un precio, uno que en Cuba no puede pagar, pero que necesito calcular para saber cuánto vale la vida de mi vida; la vida de mi Dailen.
Las cuatro operaciones matemáticas ya no alcanzan cuando a la enfermedad renal poliquística autosómica recesiva variedad juvenil, a la hipertensión portal, a las varices esofágicas, a la gastritis eritematohemorrágica, a la cirrosis hepática, a la esplenomegalia severa, al déficit severo de hierro, al asma bronquial y a la dermatitis atópica se le suma la hipertensión arterial, cuando se multiplica el dolor de una familia que se divide entre hospitales y búsqueda de medicamentos y alimentos especiales y esenciales, viendo cómo cada día se restan las posibilidades de darle una vida de calidad a quien durante casi 10 años solo ha querido disfrutar ser niña y en cambio solo conoce dolor, límites y restricciones.
Mientras la mayoría desea ir a la playa, esta madre anhela tener la oportunidad de ir a un hospital con recursos y tecnología avanzada que trate a su hija como necesita y merece y no tener en cambio que decirle que por no tener dinero no puede pagar su vida o será que ya en Cuba no vale nada.
¿Alguien me dice?