Por Manuel Viera ()
La Habana.- Hoy fui a visitar a un amigo a su barrio. Desde que llegué, noté un ambiente raro en el pasillo de enfrente. Un poco de yonkis que parecían zombies, un cuarteto de casi carabelas jugando dominó con los ojos perdidos, un moreno que entraba y salía con paqueticos a toda velocidad en una moto eléctrica modificada y un entra y sale de personas un poco llamativo.
De inmediato le dije a mi amigo: “coño tienes la cátedra de química frente a tu casa!”, y asintiendo con la cabeza se echó a reír
Imagino que todos los que, como yo, vivan en un barrio de una ciudad en Cuba puedan hacerse los mismos cuestionamientos. ¿Por qué si todos nosotros somos capaces de saber e identificar dónde sucede, si todos nosotros sabemos quién sí y quién no, si hasta nuestros hijos conocen a cada uno de ellos, dónde la venden y dónde la compran… por qué entonces la policía no lo sabe?

¿Por qué el Minint en Cuba conoce dónde vive cada ciudadano opuesto al comunismo… -y ya son muchos miles- y sin embargo no se sabe quiénes venden y trafican químicos y drogas, que también son miles?
¿Qué le hará más daño a la seguridad del Estado: un cubano que no esté de acuerdo con el sistema político o un delincuente que le mete drogas a nuestros niños y jóvenes?
Hoy le preguntas a cualquier cubano por cómo está el asunto de las drogas y el comentario siempre es el mismo: “las drogas en Cuba se fueron de control!”, te responden.
¿Por qué hay interés y recursos para controlar opositores al comunismo, citarlos, asediarlos, ponerlos en listas negras, entrevistarlos, retenerlos con patrullas dentro de sus casas y hasta encarcelarlos, y no existe efectividad contra las drogas que flagelan nuestra sociedad y atacan fundamentalmente a los niños y jóvenes que han quedado en Cuba?

Recientemente, una amiga regresó alarmada después de haber pasado cuatro días en un campismo, pues, según ella, aquello después de las seis de la tarde, cuando la mayoría de los empleados se iba, “parecía una película de zombies”.
Nuestras calles están llenas de drogas, donde quiera te encuentras un drogado, incluso convulsionando, y los que tenemos hijos adolescentes o jóvenes no sentimos para nada que vivan seguros cuando esa mierda, según ellos mismos nos dicen, se las llevan a la puerta de la escuela.
El tema de las drogas sí tendría que ser un asunto de “seguridad del Estado”. Les están desarmando el Estado frente a sus narices y la de un montón de órganos creados para impedirlo, mientras se sigue considerando un peligro a la seguridad del Estado el ejercer el derecho a disentir y no lo que realmente lo desarma.
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