KAMALA TUVO QUE HACER DE TRIPAS TIM WALZ

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Carlos Cabrera Pérez

Majadahonda.- El ego de Joe Biden retrasó y complicó tanto la nominación de Kamala Harris, que la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos ha tenido que hacer de tripas Tim Walz.

Walz no parece la mejor opción para equilibrar una candidatura del  Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, encabezada por una mujer progresista y, pese a que el propio Trump, recordó que los números dos a la Casa Blanca influyen menos en el electorado, el hándicap de Kamala es que ha sido una vicepresidente irrelevante y con más ruido que nueces.

Desde el mandato Trump, el ala izquierda estudiantil mantiene una notable infuencia entre los burros, hasta el extremo de desechar a Josh Shapiro, de origen judío, como número dos, tildándolo de simpatizante de Israel; aunque habrá que dilucidar si fue el propio gobernador de Minnesota quien nadó y guardó la ropa, como también parece ser el caso del gobernador de California, Gavin Newsom.

Durante el anuncio de la nominación de Walz, Kamala comentó que con ningún otro candidato se había sentido tan cómoda como con el actual gobernador de Minnesota, que soporta una de las presiones impositivas más alta del país y aporta 10 votos al colegio electoral que decidirá el ganador en otoño.

Del candidato a vicepresidente demócrata, los analistas destaca su trayectoria política en Minnesota, pero en uno de los principales motivos para su designación, sus dotes comunicativas, radica su debilidad.

Walz llamó raros a Trump y James D. Vance, en pose típica de la izquierda persuadida de una superioridad moral made in Lenin, que tanto ha lastrado el pensamiento y la ejecutoria de los llamados progresistas y – aunque a algunos les parezca ocurrente y otros no se hayan enterado- su desliz recordó a los estadounidenses, el yerro de Hillary Clinton, al llamar a su contrincante y sus seguidores personas deplorables, fallo por el que tuvo que disculparse públicamente y que influyó notablemente en su derrota.

En el imperio de lo políticamente correcto, donde la elitista Universidad de Stanford ha descatalogado Mobby Dick de su biblioteca porque en la novela se maltrata a los animales, apenas aparecen mujeres y se emplea un lenguaje soez; cualquier desliz de una personalidad cae como una bomba en una sociedad puerilizada; como ocurre en buena parte del mundo bajo la hegemoía woke.

Los plomeros demócratas calculan que Walz ayudará al partido con los votantes rurales y en los estados del Muro Azul (Wisconsin, Michigan y Pensilvania), pero en su campaña para la reelección, en 2022, tuvo un desempeño peor que el Biden en zonas camopesinas de Minnesota.

De aquí a noviembre, los demócratas tendrán que lidiar con una economía entrando en recesión, de la que Paul Krugman responsabiliza a la Reserva Federal por negarse a subir el precio del dinero (tipos de interés) por tacticismo político y sabiendo que muchos estadounidenses votan por el bolsillo.

El narcotráfico y la emigración siguen siendo asignaturas pendientes en Estados Unidos, donde su actual vicepresidente no fue capaz de hacer cumplir a Guatemala y México el pacto firmado con ambos gobiernos para detener el flujo de emigrantes.

China, Medio Oriente, Ucrania, la influencia islamista radical en África y Venezuela son frentes abiertos; aunque quizá el primero tienda a suavizarse si Walz – aquien sus adversarios consideran un fans de Pekin- gana el segundo despacho del país en noviembre y pone en marcha sus habilidades de Marco Polo.

Brasil, Colombia, México y Chile saben que si contribuyen a una solución negociada al aferramiento de Nicolás Maduro al jamón, matarian dos pájaros de un tiro: ayudar a los demócratas a derotar a Trump y evitar una segunda macroleada migratoria veenzolana en sus países.

Aunque si pierde, la culpable será Kamala, el verdadero responsable de una derrota demócrata seria el actual presidente Biden, reacio a tirar la toalla hasta última hora; frente a un Trump que subía como la espuma en las encuestas que, el despeje a favor de Harris, parece equilibrar.

Un survey es un termómetro del momento en el que se hace y, rara vez, los encuestadores publican sus fichas técnicas, mientras la prensa se encarga de pontificar como dogma; en coherencia con sus intereses editoriales, lo que indica una medición momentánea.

Hasta el martes 5 de noviembre, habrá de todo, como en botica, pero hasta esa noche, no sabremos quien será el 47 (Pájaro y Mala noticia en la charada cubana) presidente de Estados Unidos; salvo que el número de indecisos se reduzca notablemente, en estos tres meses y pico que prometen emociones, y se decidan por el dúo presidenciable más izquierdita de la historia electoral.

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