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Por Guillermo Rodríguez Sánchez
Ciudad de México.- Hay en Ciudad de México diversos lugares que se asemejan «mucho» a las placitas de Cuba. Me refiero a la estructura del lugar, no al abastecimiento y disponibilidad de productos.
Son locales puramente agropecuarios, con tremendo entra y sale de personas; es el lugar donde compra la gente de nivel obrero, emigrantes, estudiantes y trabajadores con salario básico.
Se siente un ambiente familiar, muy de barrio y vecindad.
No se parecen a los supermercados enormes en glamour ni caché, sin embargo la cantidad de frutas, vegetales, viandas, hortalizas y especias es masiva.
México es una superpotencia agrícola, eso lo notas al instante de poner un pie en este país, no solo producen lo que consumen, sino que abastecen una parte importante de la demanda en los Estados Unidos.
En esta suerte de abarrotes más orientados a los frutos del surco y la campiña que a lo envuelto en plástico, puedes encontrar casi la misma calidad por ejemplo de un limón en Walmart.
¿Cuál es la diferencia?, que en Walmart o Soriana lo lavan, le dan brillo y lo meten en una bolsa linda; aquí en la «placita» viene directamente del campo a la tarima de venta, es decir, quizá hasta más fresco y por supuesto menos caro porque no tiene tantos intermediarios, lo que menos adornado.
Este es el sitio donde ves muchas abuelas, amas de casa, papás que salieron del trabajo y recogieron a sus niños en la escuela o estudiantes becarios de diferentes nacionalidades.
Todas y todos buscan lo mismo, ejecutar una compra grande digamos para 15 días y ahorrarse unos cuantos pesos mexicanos contra el coste en las grandes cadenas.
Es por eso que hay cola permanente. Lo curioso es que aunque salen jabas y jabas enormes en manos de los clientes, el establecimiento no merma ni un instante la oferta de cada comestible.
Agarras cuatro plátanos, tres boniatos y una col y ya tienes detrás a un muchacho con una caja reponiendo lo que acabas de adquirir.
Salen de la nada como hormigas y no permiten que haya desabastecimiento, una exacta sincronía además, pues no molestan ni entorpecen el flujo de clientes.
Algo notable es la educación formal callejera de los mexicanos, al menos esa es mi percepción. El buenos días, el gracias, el por favor y otras cortesías se repiten a donde sea que llegues hasta la saciedad; desde un policía rudo hasta un ambulante practican lo anterior en todo momento.
Es tan intenso el ejercicio de amabilidad social que te incorporas rápido a él, vaya como que te sientes apenado si no lo haces, en una semana estarás igualito que ellos y debo decir que se siente bien.
Así que ya sabes par de cositas más por si llegas un día a México, te puedes ahorrar valiosos quilitos que en los principios valen oro y vas a comer fresco y saludable.
El precio que ves en las fotos está expresado en pesos mexicanos. Un dólar son 20 pesos aproximadamente, en dependencia de a cómo esté el cambio.
Por cierto, aún no supero el tamaño de las cebollas y las uvas. Qué va, me va a dar un infarto agropecuario un día de estos.