
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
(Tomado del Facebook de Javier Bobadilla)
La Habana.- Así por arribita, sin entrar mucho en materia, oponerse al concurso de belleza masculina Mister Cuba pone a uno en camino de la construcción del comunismo, donde la cultura es una sola, y es decidida por el Estado, y por tanto está bien o está mal. La que está bien se refuerza, la que está mal se elimina.
¿Quién decide? Los decisores de la política cultural. Todo el que ha trabajado en Cultura se sabe ese nombrecito.
Hay un compañero, sentado en una oficina, confiable hasta el tuétano mismo de los huesos, con una maquinita de moler, que inexorablemente va convirtiéndolo todo en realismo socialista.
Me pasa con esto como con La Diosa. Yo no voy a gastar un minuto de mi tiempo en ver un concurso de belleza masculino. Pero tampoco lo voy a gastar en el femenino, y no porque esté ideológicamente en contra de nada.
Traté de ver la primera Belleza Latina. La cosa iba bien, hasta que eliminaron a mi candidata favorita. Yo tenía una sola candidata, porque las demás eran iguales. Mala suerte. En la segunda Belleza Latina me desquito.
En la segunda eliminaron a mi candidata favorita en la primera ronda. De nuevo, se quedaron las otras, que eran iguales. Ganó la más Igual de todas.
En la tercera Belleza Latina no eliminaron a mi candidata. La volvieron Igual, y sobrevivió un par de rondas, hasta que las otras -que eran Iguales de nacimiento- se volvieron aún más Iguales de lo que ella podría nunca llegar a ser, y la dejaron atrás.
Así que no lo vi más. Yo no puedo con lo igual. Pero una pila de gente lo vio, como mismo ven la novela turca del secuestro, la brasileña de la cenicienta, la cubana de la fábrica de bloques -que es puro realismo socialista-, las películas de superhéroes, y las de Jean Claude Van Damme y Mark Dacascos. Sí, eso último me salió del alma.
Tenemos esa mala costumbre de decidir qué se debe ver, qué se debe oír, qué se debe pintar, qué se debe fotografiar, qué se debe filmar, qué se debe comer, con quién te tienes que acostar… Y cuando preguntas, así en frío, todo el mundo quiere vivir en Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Islandia o Finlandia. Que nadie se meta en la vida de nadie. Pero a la hora de la verdad, queremos decidir en todo.
¿No le gusta? No lo vea. ¿Quiere criticarlo? Critíquelo desde un punto de vista objetivo. Verá lo rápido que se queda sin argumentos. Al final, todo vuelve al No Me Gusta. El No Me Gusta está bien. Hay libros gordísimos y aburridísimos hasta lo humanamente intolerable, que no tienen dibujitos, escritos acerca de la cultura, la epísteme y la construcción de la identidad, para que al final, aquel crítico que escribe una inaccesible burundanga pentasilábica, se pare frente a la obra de arte y diga:
«Alcánzame ahí un vasito de ron, que se están acabando.»
El No Me Gusta es bueno. Te libera a tí y a mí. La Cultura no tiene molde. No oigas el Rambo Total Remix, que yo no oigo a Celia Cruz. El único que tiene molde es el compañero de la maquinita de moler. No seas como el compañero.
Dicho esto, déjame darle un toque a la Asamblea de Cineastas Cubanos, porque vengo de ver su muro.
Una cosa es la democracia, lo otro es el desorden. Primero designan un moderador de la asamblea, después discuten los 500 EN PRIVADO Y SIN GRABARLO, DEJANDO EL TELÉFONO EN LA PUERTA, un curso de acción, designan una pequeña representación encabezada por un negociador que no sea ni romántico ni poético ni emocional, y después van a reunirse donde sea, cuando sea y con el que sea, porque todo está claro y está hablado de antemano. No lo digo yo, lo dicen los manuales de negociación.
Si no, tienen muchas probabilidades de repetir el 27N. Nada personal. Es que esta película ya la vi.