
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- La Casa Blanca hará caer a Nicolás Maduro, si el establishment detecta que tolerar su penúltima trampa, puede dar al traste con la operación Kamala, por una reacción del voto hispano contra los demócratas en las elecciones de noviembre.
Estados Unidos, ya ha avanzado que no se fía del resultado electoral en Venezuela; como les pasa a Colombia, Chile y la Unión Europea; que han exigido transparencia y recuento, ante el viejo truco de parar el conteo dos horas, denunciar un supuesto ataque y maquillar los resultados a favor del gobierno.
La Casa Blanca ya cosechó una sonora repulsa, cuando el traidor Juan González propició mano blanda con Caracas, liberando a Alex Saab y a los narcosobrinos del presidente venezolano, que ni agradeció ni pagó el gesto, aunque nunca ha dejado de negociar con Estados Unidos que antes lo intentó con Diosdado Cabello, con idéntico fracaso.
En el derrocamiento suave de Maduro, Washington no estará solo porque contará con el apoyo de buena parte de Hispanoamérica, incluidos gobiernos de izquierda como los de México, Brasil, Chile y Colombia; hartos de los problemas que ocasiona en sus países la desventurada emigración venezolana.
China no moverá un palillo por el compañero Nicolás y su comando porque aún les deben 60 mil millones de dólares de un préstamo, cuyo destino no está claro y varias fuentes aseguran que fue robado por los mandamases bolivarianos.
Rusia e Irán tampoco harán nada por los tardochavistas; aunque los han usado para extraer coltán, oro y juguetear geopolíticamente con Estados Unidos, pero ninguna de las tres naciones va a poner en riesgo sus relaciones e intereses con Washington por un político pragmático, pero que no ha sabido irse a tiempo y, si Washington se empeña en hacerle un Evo Morales, tendrá que negociar de espaldas y enjabonado; circunstancia que lo enfrentará con el antipático Diosdado Cabello y otras fuerzas de la coalición gobernante; temerosos de acabar en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos, que se la tiene guardada desde 2017-2018, cuando negociaron una salida a la crisis venezolana, los estadounidenses iban en serio, Diosdado no y ahora teme la represalia.
Cuba -aunque muchos crean lo contrario- es un actor secundario por su insignificancia geopolítica y sus crisis de legitimidad política y colapso económico; aunque Fidel Castro supo colonizar al Llanero carismático y Raúl autorizó el involucramiento de oficiales cubanos en el tráfico de cocaína y lavado de dinero, con el Cartel de los Soles, que paga un 20 por ciento de comisión a La Habana por cada negocio. (Ver datos del periodista venezolano Casto Ocando)
A estas horas, Maduro que está atrapado entre tres fuegos: la oposición interna, que no acepta el resultado, la comunidad internacional que no se fía de la limpieza de los comicios y la neoburguesía chavista, que pretende seguir enriqueciéndose con el trafico de cocaína y la venta de materias primas estratégicas como el coltán.
En las elecciones de este domingo en Venezuela no se dirimió un conflicto entre demócratas y dictadores, ni siquiera entre izquierda y derecha, sino entre la vieja burguesía petrolera y la nueva, élite surgida con el chavismo y superenriquecida con el tráfico de cocaína, el lavado de dinero durante los doce años de mandato de Maduro; por mucho que se empeñen plumillas y comisarios políticos zurdos en empinar papalotes en almíbar y tirar serpentinas a las glorietas; ocultando -por ejemplo- la marginación del partido comunista y otras fuerzas de izquierda por el régimen madurista.
La soledad de Maduro y su gente es tan grande que esta vez, no han aparecido los centinelas pancistas de turno, Ramonet, Borón, Betto, el Grupo de Puebla; solo resisten dos españoles: el conseguidor José Luis Rodríguez Zapatero, que ha hecho pingües negocios con el madurismo, y el bailarín Juan Carlos Monedero, que está en deuda con el chavismo y su epílogo, desde su época podemita.
Las próximas semanas serán apasionantes porque Maduro decidió convocar elecciones el 28 de julio, natalicio del fallecido Hugo Chávez, pero quizá obvió la geopolítica regional adversa, la prudencial distancia de Teherán, Pekín y Moscú y la proximidad de los comicios presidenciales en Estados Unidos, donde el voto hispano puede resultar decisivo y el Partido Demócrata, estremecido por el relevo de Biden por Kamala, deberá medirse en las urnas con un fortalecido Donald Trump que -en su mandato primero valoró bombadear Caracas y La Habana.
Otra clave llamativa de la campaña madurista es que no mencionó a Cuba en ningún momento, confirmando que el tardocastrismo pasó de aliado imprescindible a socio tóxico y la casta verde oliva y enguayaberada pagó con la misma moneda, pues ha concedido un perfil bajo a las elecciones en aquel mismo país con dos gobiernos (Carlos Lage dixit).
Y, como ya hiciera en 2013 y 2018, probablemente el jefe de la Misión Militar Cubana en Venezuela (MMCV) se habrá acercado a Edmundo y Corina para rogarles que -si ganan- no dejen de mandarles los salves de petróleo, ¿a cambio de?