Enter your email address below and subscribe to our newsletter

EL DÍA DE ROBIN HOOD

Comparte esta noticia
Por José Walter Mondelo ()
La Habana.- Hoy se celebra el Día de Robin Hood, el legendario forajido del Bosque de Sherwood, famoso por su destreza como arquero, y por robar a los ricos para dar a los pobres. Su historia y sus aventuras han sido cantadas en baladas y canciones, narradas en novelas, cuentos e inspirado películas vistas en todo el mundo.
El alegre y valiente bandido ha sido por siglos, y continúa siendo, un símbolo de libertad y un icono de las luchas populares contra toda forma de opresión e injusticia. En su homenaje comparto este hermoso texto del filósofo español Santiago Alba Rico, publicado hace unos años en Rebelión, donde nos recuerda por qué admiramos y nos identificamos con el legendario Robin de los bosques.
«Falstaff y Robin Hood
He escrito a menudo que el capitalismo ha hecho realidad todas las utopías de la izquierda, pero volteándolas en pesadillas: el dominio de la naturaleza en cambio climático, la versatilidad de los talentos en flexibilidad laboral y movilidad forzada, el ocio en paro, el voluntariado guevarista en esclavitud complacida. El desempleo y la crisis, en el contexto de una economía de rehenes consumidores, ha generado, en efecto, un ejército de voluntarios al servicio de las empresas: miles, millones de jóvenes dispuestos a trabajar gratis a mayor gloria del capitalismo. El sacrificio, la entrega, la abnegación no han dejado de existir; se han desplazado, como polen y gasolina de los intereses privados, a la maquinaria multinacional de la destrucción global. Mientras que el socialismo fracasó en la construcción de un «hombre nuevo», el capitalismo lo ha hecho realidad en la figura del «emprendedor», un tipo desarraigado, radicalmente soltero, que trabaja y consume con ferocidad sectaria, fuera del mundo, entre el jefe y el ombligo.
Uno de los grandes errores de la izquierda ha sido el de creer que, frente al capitalismo y sus horrores, se trataba de crear un hombre nuevo y no de conservar y mejorar el viejo. Para fabricar el suyo, al capitalismo le ha bastado con desmantelar, desmontar, disolver, liberar, con mucha destrucción pero poca represión. Por contra, nuestros grandes modelos morales -revolucionarios puros, insobornables, infatigables, sin deseos ni ambiciones personales- sólo podían imponerse socialmente a través de la dictadura y estaban condenados, en consecuencia, a fracasar estrepitosamente. Los héroes pierden su luz, tan educativa y necesaria, si se convierten en instrumento de humillación y de castigo para una humanidad que quiere admirarlos, pero que no es capaz siempre de imitarlos.
Así lo explicaba, en síntesis luminosa, el gran teórico de la tecnología, Lewis Mumford, en un libro de 1926 sobre las utopías: «Al exigir que Pistol y Fasltaff vivan como Cristo el fanatismo religioso impide que estos bribones de nacimiento sean capaces de alcanzar al menos el nivel de un Robin Hood». Mumford extendía la denuncia de este fanatismo a algunas corrientes revolucionarias de izquierdas obsesionadas con la perfección moral como condición de todo cambio estructural. La humanidad mira a Cristo y al Che, caídos del cielo, pero se desplaza trabajosamente de Falstaff a Robin Hood; ésta es la transformación a la que podemos aspirar y a la que debemos confiar las revoluciones sociales: de un alegre, bullicioso, juerguista, putañero y ladrón hijo de puta a un bullicioso, juerguista, putañero y ladrón solidario. Ese otro mundo posible que imagino, más o menos justo y democrático, sin capitalismo ni patriarcado, homenajeará al Che, pero estará compuesto básicamente de humanos robinhoodescos o robinhoodianos y se reservará algunos Falstaff, ahora inofensivos, porque no habrá forma de aniquilarlos (y porque -diablos- tienen también su baja grandeza).
Hace unos días me enteré con alegría de que se ha iniciado el proceso de beatificación del escritor inglés G. K. Chesterton y de que el papa Francisco ha autorizado incluso una oración en su nombre: «Dios nuestro Padre, Tú que has colmado la vida de tu siervo Gilbert Keith Chesterton con ese sentido del asombro y el gozo (…) haz que su inocencia y su risa (…) y su amor por todos los hombres, especialmente por los pobres, concedan alegría a aquellos que se hallan sin esperanza».

Deja un comentario