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CUBA, DONDE LOS SUEÑOS SE PIERDEN

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Por Manuel Viera ()

La Habana.- Hasta hace apenas tres o cuatro años, era todavía un tipo muy entusiasta, aunque siempre fui realista y comprometido con mi forma de pensar. Lo fui toda la vida: un tipo que reunía dinero y se trazaba metas, que estaba dispuesto a emprender algún negocio, que le gustaba la aventura, salir a viajar por Cuba y trabajar a donde llegaba para mantenerse.

Recuerdo que el día que murió Fidel Castro me encontraba vendiendo pan con lechón y pizza en los carnavales de un pueblo del oriente de Cuba, cuando de repente, a las 11 de la noche, mandaron a recogerlo todo.

Yo me preocupaba por comprarme ropa, pintaba mi casa, quería tener más hijos, mantenía mi carrito al detalle, tenía planes y sueños que cumplir.

Desde hace algunos años me apagué. Ya no pinto mi casa, no me preocupan los detalles, me da lo mismo si le sale moho a una pared o si el patio tiene hierbas. No quiero más hijos, por el momento, y ya no puedo viajar apenas por mi país por más que trabaje. Y el carrito, me basta con que camine.

No me trazo metas y mis sueños a mediano plazo no los veo en Cuba. Digamos que ese, que no era mi sueño o mi meta, es ahora el único sueño o la única meta que tengo.

Me deprime la idea de pensar que mi hija deba crecer en un lugar donde, como a mí, se le irá la vida entre engaños, una vida sin sal y sin azúcar. Me deprime el ver a mí mujer deprimida por no poder irse de este lugar y que incluso me recrimina porque una vez tuve sueños en este infierno. Poco a poco se me diluyen la fe y la esperanza.

A veces me pregunto si esta enfermedad de falta de sueños, de metas y esperanzas, si este asco social, si está decepción, es algo que me sucede solo a mí o si realmente es algo que se ha convertido en epidemia.

Me van a tener que perdonar, pero estos aburridos días de lluvia me suben lo nostálgico y de pronto me cuestiono asuntos que son tan filosóficos como cotidianos. Me abrumo y los agobio a ustedes con tanta mierda. ¡Discúlpenme!

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