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Crónicas de la resiliencia proletaria

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A partir de los acuerdos tomados en la reunión de ayer hemos decidido hacer mítines relámpagos diarios para analizar la evolución de la situación. Para lograr una participación entusiasta hemos establecido un grupo de iniciativas y una especie de emulación.

Hoy fui seleccionado como habitante destacado. Me fue entregada la distinción Caca Dorada por haber aguantado las ganas durante todo el día y así colaborar con el ahorro de agua. Es cierto que no puedo caminar derecho desde las seis de la tarde y no sé si es por sacar agua de la cisterna o porque tengo el colon al reventar.

La falta de corriente ya se ha vuelto crónica por lo que hemos experimentado una mejora del resto de los sentidos. Debo reconocer que llevo como ocho horas sin abrir los ojos y me siento de lo mejor. Encuentro las cosas a los dos o tres toques. De día, cuando salgo a la calle uso mis gafas más oscuras para evitar daños irreversibles.

Mis récords

Hoy, como parte de la Operación Resiliencia Proletaria, inauguramos el escaparate blanco de la cocina a partir del refrigerador Haier. Estaba más caliente que un mirahuecos en un salón de stripers.

Por otra parte, sobre las nueve de la noche, al recibir los teléfonos que estaban en la sala de cuidados intensivos de una amiga, nos comunicamos con los coordinadores de los Récord Guinnes. El objetivo es que me reconozcan como el tipo que más tiempo ha estado delante de un fogón de carbón. He visto y tocado y olido más carbón que un trabajador de un tren de carbón del siglo XIX.

Por último, se reconoció el comportamiento del compañero San Pedro. Tanto ayer como hoy, ha permitido un poco de lluvia que nos ha permitido permanecer sobre colchones y colchonetas sin sufrir las incómodas escaras. Thanks Peter.

Finalizamos el mitin relámpago recitando a coro el lema del hogar: «Con corriente o sin corriente seguiremos resilientes».

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