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COMENTARIOS VS. COMENTARISTAS

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Por Manuel García Verdecia ()

La Habana.- Hoy trato un asunto del que veo hablar frecuentemente en las redes y también fuera de ellas. Anticipo que no pretendo develar LA verdad ni la ÚLTIMA palabra. Solo quiero exponer cómo veo yo la cuestión. Se trata de que hay quienes opinan que ahora, como nunca antes, se publican muchas ‟cosas” vanas, inútiles, tontas, en fin, malas, que solo congestionan el espacio virtual y hacen perder el tiempo.

Y ciertamente me encuentro con bodrios que hacen a uno dudar de la condición de homo sapiens de quien los han pergeñado. Y no es solo por la mala redacción de lo escrito, sino porque a veces no tienen ni la más puta idea fundada de lo que hablan. Sin embargo, lo que más me asombra a veces no es el escrito en sí, sino la reacción de algunos ante tales publicaciones. Ellas van desde la burla más cruel, pasando en ocasiones por abiertas ofensas, hasta la contestación más académica.

Según mi parecer, es algo que ha ocurrido durante toda la existencia de los seres humanos. En la amplitud de individuos que forman la especie humana por supuesto hay seres con mayor o menor grado de inteligencia, sensibilidad y conocimientos. Estoy seguro de que, en la historia de la literatura, lo que menos abunda son las obras maestras. Desde las tablillas de barro hasta la pantalla digital, pasando por papiros, pergaminos y libros de papel, mucho se ha escrito que no vale la pena leer.

Usted y yo, seguro estoy, hemos abandonado libros tras leer varias páginas o hemos rechazado otros sencillamente tras ver un título o autor poco fiable. La enorme diferencia es que antes no todos tenían la posibilidad de escribir y, mucho menos, de publicar (en primer lugar por analfabetismo y, además, por lo caro de los soportes), mientras que ahora cualquiera desde un telefonito barato pone a circular cualquier criterio alrededor del orbe.

Mi punto de vista es que es uno mismo el que debe decidir qué leer y qué merece comentarse o contestarse. A nadie se le ocurriría entablar un debate con un loco o un tonto. Solo se discute desde una igualdad de inteligencia, como señalaba Arnold Hauser. Por tanto, uno debe comentar o contestar aquellas notas o artículos que merezcan nuestro tiempo, esfuerzo y conocimientos, pues enriquecen nuestra capacidad de intelección y análisis. Por supuesto, no es necesario que uno esté de acuerdo. Se puede escribir para corroborar o para contradecir. En cualquier caso lo importante es hacerlo con razonamiento, información, corrección formal y respeto por el otro, pues pensar distinto no implica enemistad. Es fundamental en toda comunicación nunca olvidar la urbanidad que fecunda la consideración y la armonía.

En definitiva, creo que, solo de asomarse a lo escrito, uno puede decidir si vale o no la pena leer, sea por el tema, la forma o ambos. Y, vamos, que el nombre de quien suscribe un texto también es un buen índice para seguir o detenerse. Además, si se nos infiltra alguien cargante u ofensivo, tenemos la expedita opción de sacarlo de nuestra cuenta sin el menor asomo de irritación. En fin, como establece el escritor francés Daniel Pennac en ‟Los diez derechos del lector”, uno puede, entre otras cosas, decidir no leer, saltar partes, no terminar y a guardar silencio. En fin uno solo lee por placer y ganancia intelectual.

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