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Por Max Astudillo ()

La Habana.- Acabo de leer un cable de agencias que dice que el presidente ruso, Vladímir Putin, anunció la apertura de un centro logístico en Baréin. Esto es para exportar el trigo de su país, que es mucho, por cierto.

Nadie en el mundo exporta más trigo que Rusia. Aunque Estados Unidos produce más, también consume más, porque tiene más de cien millones de habitantes por encima.

Putin y el gobierno de Baréin llegaron a tal acuerdo porque el mercado árabe es importante para el Kremlin. El referido cereal tiene demanda en aquella región. Incluso, en la cercana África, a donde el mandatario ruso envía donaciones de harina desde la época del coronavirus.

Cuando a Rusia se le complicó -de manera pasajera, por la guerra- la venta del mencionado cereal, muchas naciones africanas se vieron beneficiadas. Moscú les regaló trigo.

Sin embargo, al otro lado del Atlántico, en pleno Caribe, el aliado incondicional controlado por los Castro y con Díaz-Canel como marioneta, apenas recibió unas decenas de miles de toneladas.

América Latina es un buen mercado, pero…

El trigo tiene mercado en todas partes, y Moscú busca expandir su influencia a América Latina. Una razón suficiente para que el mandamás ruso hubiera propuesto a Cuba para lo mismo que Baréin. Pero no. El inquilino del Kremlin no es bobo y sabe que cualquier negocio con el castrismo da pérdidas.

Rusia tiene petróleo, derivados, entre ellos gas, y fertilizantes de sobra. Sus reservas y almacenes han estado repletos en los últimos años. Además, el gobierno ruso ha buscado compradores por doquier, pero nunca se ha volteado a La Habana.

Desde La Habana, sin embargo, han enviado a la capital rusa delegaciones tras delegaciones sin poder conseguir nada. Hasta el supuesto hombre fuerte en las pláticas con los rusos, el ya desvencijado Ricardo Cabrisas, ha volado decenas de veces a Moscú y al final nada.

En la anterior visita de Díaz-Canel a Moscú, la del año pasado, no la del 9 de mayo de este, apenas pudo arrancarle a Putin un crédito de 66 millones de dólares. También consiguió la promesa de que Cuba resistiría, aunque usó para ello el mismo plural de siempre: «resistiremos presidente».

Así dijo el títere de Raúl Castro cuando el mandatario ruso le preguntó por la situación en Cuba.

Dinero invertido en Cuba es dinero perdido

Y no es que a Moscú no le interese Cuba. Le interesa, como le puede interesar Brasil, Indonesia o Sudáfrica, solo que Cuba no aporta nada, y tampoco inspira confianza, comercialmente hablando.

Putin sabe que dinero que meta en Cuba será dinero perdido. Y por más que le diga a Díaz-Canel que hará todo lo posible para que empresarios rusos inviertan en Cuba, ambos entienden que es una promesa de boca para afuera.

El cubano sabe que no habrá empresas rusas en Cuba. Y el ruso sabe que no es posible, porque no va a poner otra vez el bobo. Así lo hicieron en alguna ocasión mandatarios rusos o secretarios del partido comunista de la desaparecida Unión Soviética.

¿Ayuda? Puede que sí. Puede que en algún momento el Kremlin decida mandar un poco de lubricantes, algo de aceite comestible, unos contenedores de harina de trigo, o un poco de fertilizantes, pero nada más.

Mejor negociar con jeques y sultanes

Antes que mandar a Cuba, negociar con el castrismo, poner el trigo en manos de la inepta banda de Díaz-Canel o de confiar en los corruptos dirigentes de Cuba, Moscú prefiere apostar por otros mercados y otros socios.

Al menos en Bahrein nadie se robará un contenedor de trigo para venderlo en el mercado negro. Y ninguna de las esposas del sultán de aquel país necesita unos miles para carteras de marca o transformaciones faciales.

Allí sobra el dinero, y Putin sabe que negociar entre iguales siempre ofrece garantías, porque tendrá la oportunidad de cobrar.

En Cuba, mientras, todo es a fondo perdido. Y en esa jugada no quiere caer el presidente ruso, y menos ahora, cuando está enredado en la guerra con Ucrania.

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