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CHAPUCERÍA ADUANERA

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Por Arturo Mesa

Atlanta.- Mi estancia en La Habana fue muy agradable esta vez, pero no así mi regreso. Parece que como coincidí con el primero de mayo, no me quitaron la luz, no pasé mucho trabajo y hasta vi mercados estatales bastante surtidos.

Por ahí posteé una foto con un pargo comprado en la pescadería estatal de la Copa, el agro de allá también estaba bien surtido. Sin embargo, toda mi felicidad desapareció en cuanto llegué a la aduana.

Chequeo mi vuelo, todo bien, y cuando llego a emigración ni me miraron, me mandaron directo a un funcionario superior. Me revisaron, me cachearon hasta con aparatos especiales y encima una funcionaria me palpó hasta el infinito y más allá. Entonces me dijeron que dejara la mochila allí, tomara los zapatos y fuera con ella porque me tocaba revisión.

Que me toque revisión para mí es como que me toca un chocolate, me da igual. La mujer vino con mi mochila y otra maleta y le expliqué que esa no era mi maleta y se vio sorprendida. Devolvió la maleta a la estera como preocupada y abrió la mochila. Nada por aquí, nada por allá.

-Puede continuar.

-¿Y mi maleta?

-No, la maleta va por debajo, no tiene nada que ver.

Lo curioso fue que justo antes de abordar me llaman por el altavoz para revisar si mi equipaje había sido inspeccionado y mi boleto tenía el cuño. EL boleto tenía el tal cuño que yo jamás vi porque ni pasé servicio, ni en mi vida he sido inspector pero eso sí, ellos jamás revisaron la maleta en mi presencia.

Pasemos a la maleta. ¿Con qué puede virar uno de Cuba? Yo traía toda mi ropa sucia en una maleta de mano que venía dentro de la maleta principal (detalle importante). Tú sabes, para tener más espacio a la hora de virar. No había nada en la maleta principal. Dentro de la ropa sucia, yo traía un pisapapeles que le había comprado a un artista años atrás. Era de madera y lo guardaba en mi casa de Luyanó.

Quería tenerlo en mi escritorio yuma como recuerdo de la isla. Traía además, un pomito (viejo uno al fin) con varias pastillas de emergencia de varias cosas: asma, aspirina, vitamina c, presión por si acaso, tylenol y a las pastillas las conozco por el color por lo que siempre las uno así cuando viajo, en un frasco pequeño.

Faltaban cosas

Aduana Estados Unidos: ok. Me tocó cuartico, pero no preguntaron nada. Vuelo a Atlanta Y llego a casa. Naturalmente yo soy tan franco como despistado. Y solo en casa me doy cuenta que me habían abierto la maleta sin mi consentimiento, algo supongo esté en contra de las reglas.

Lo supe porque tenía una presilla que si se quita no se vuelve a poner, a menos que tengas a mano una del mismo color (naranjita flojo) y no estaba. Mi pisapapeles quebrado y mis pastillas tampoco estaban.

Me resulta imposible creer que en el trasiego de aeropuertos se haya roto un pisapapeles de madera que viene envuelto en ropas dentro de una maleta que va dentro de otra. Yo no sé si lo hicieron para joder por mis escritos o si se les cayó como muestra de una pura chapucería aduanera y, para colmo, es muy difícil o inútil reclamar porque la página de la aerolínea pide datos que yo ni sé o estaban en los boletos que -despistado al fin- ya no los tengo.

Pero si eso fuera poco, les confieso que yo, a las cosas materiales no les tengo ni el más mínimo aprecio. Eso sí, son molestias que se acumulan y que van rompiendo el sentimiento que tenemos los cubanos que amamos a Cuba y queremos seguir regresando y nos va convirtiendo en “feos detractores” –o como quiera llamarnos el gobierno de Cuba – de cuanto sucede en la isla.

Pudo haber sido un viaje provechoso y feliz, pero como van las cosas con el gobierno de los Doctores sin Causa, si no te la hacen a la entrada… tú sabes.

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