
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Crecí rodeada de frases, dicharachos y refranes, como todo cubano de mi época. Una de estas frases que me viene a la mente hoy: «un capitolio por siete pesos»
La decían con frecuencia mi tía, mi padrino, mi madre y mi abuelo, siempre cuando alguien quería algo «imposible» o muy caro, y también cuando se negociaba o regateaba para adquirir mucho por un poquito, en un negocio que dejaba en desventaja al vendedor.
-Ya lo que tú quieres es un capitolio por siete pesos… -decían, Se reían y te daban por loco.
Hoy empecé a buscar el origen de la frase y no pude encontrarlo. Pero igual, le sigue entrando como anillo al dedo a quienes pedimos coherencia, respeto o sentido común en la Cuba de hoy.
Nadie puede comprar el capitolio por siete pesos. Los dueños lo venden por unos cuantos miles más, que tú y yo no vamos a ver ni en pintura.
Sabían que la reacción popular, el cuestionamiento, la decepción y las preguntas serían de tal envergadura que, ni cortos ni perezosos, hicieron derroche de sapiencia a través de la comparecencia televisiva de la Doctora Lis Cuesta y colocaron el parche antes de abrir el hueco.
Luego, en rápida procesión, se sucedieron la Feria del libro (con ejemplares a la venta en 8000 pesos y etc), el Festival de la salsa y el del Habano capitolino, a los pies de la estatua dorada de la República y en el Salón de los Pasos Perdidos.
Mientras, perdidos los pasos y sin rumbo fijo, te invito a caminar por Cuba con siete pesos en el bolsillo… Ríete, pero no vas a encontrar nada que lo valga, ni aquellos dulces llamados capitolios, una especie de panqué con cúpula de merengue y chocolate.
Y así seguiremos perdiendo también lo que es verdaderamente la cultura, que incluye el arte culinario de los pueblos y sus frases. Ya no se escucha aquello de «tú quieres un capitolio por siete pesos», porque es frase absurda y desechada.
Esto de seguir siendo cubanos nos está costando caro, y el coste por la pérdida de identidad y la desmemoria está siendo aún mayor.
Mientras que alguien suspicaz y con poder pregunta: «¿quién puede privar a un santiaguero de sus carnavales?».
Se me ocurre una respuesta de lo que vivo y veo: pues, los mismos que le han quitado a todos los cubanos el ñizco de carne de cerdo en sus reuniones familiares, los mismos que abaratan la música y censuran y silencian a artistas de valía, los mismos que mutilan el idioma, los mismos que convierten eventos (otrora populares y masivos) en desfiles de máscaras para élites con mucho dinero.
Los mismos que no necesitan comprar el capitolio, porque ya son sus dueños.
PD/ El capitolio es un dulce cubano… dice la red.