Noticias de Cuba

LA HISTORIA DETRÁS DE LA FOTO (XLIII)

LAS COSAS DE MI PAÍS

Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Si usted, amigo lector, es de los que cree que los gobernantes cubanos se desayunaron hace unas horas con aquellos de los errores del vice primer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella y que por eso lo sustituyeron, se equivoca en toda la línea. La destitución es un ejercicio para ganar tiempo y desviar la atención.
Le advierto que no ha hecho nada el ya ex hombre de confianza de Manuel Marrero sin que lo supiera la cúpula castrocanelista. De hecho, muchas de las cosas que hizo y que hacía su hermano Yoel Perdomo Di-Lella, contaron con la propuesta, aprobación y hasta respaldo de la cúpula gobernante. Solo que hay un momento en que la partida de ajedrez se complica y el jugador, para no perderla, sacrifica una pieza en busca, tal vez, de unas tablas salvadoras.
Y como la situación está mala, más mala de lo que ha estado jamás, y ellos lo saben, porque pueden ser hijos de puta, pero no bobos, sacrifican a una de sus piezas. Esta vez no fue un peón, sino un alfil, digamos, para que el cubano común, ese que está al tanto de lo que ocurre por «allá arriba», desvíe la atención unos días de la zaga del apagón general, de las constantes faltas de electricidad o, sobre todo, de lo que ocurre en Guantánamo, donde miles de personas siguen desamparadas.
Los medios independientes, entre ellos El Vigía de Cuba, le dedicarán tiempo a analizar lo sucedido con Perdomo Di-Lella y le encomendarán a sus mejores articulistas que se centren en el tema, y eso, piensan desde la cúpula, hará olvidar un poco lo de Guantánamo, el más grande error a la hora de prever el accionar ante catástrofes naturales en más de medio siglo.
Lo que ocurrió en Guantánamo no tiene nombre. Miles de personas quedaron desamparadas en Baracoa, Imías, San Antonio del Sur. Los gobernantes, a todas las instancias, no fueron capaz de prever lo que podía pasar con el clima y se centraron solo en lo del apagón general. Movilizaron fuerzas para reprimir y no para ayudar. Incluso, estaban movilizados los consejos de defensa a todas las instancias y allí ni por enterado se dieron.
Es claro que los que perdieron sus casas, las iban a perder igual, pero al menos se les pudo haber avisado con tiempo, se pudo movilizar hacia el lugar algún tipo de ayuda, sobre todo aguas, para cuando los elementos se calmaran. Pudieron movilizar equipos de las Fuerzas Armadas, que solo aparecieron muchos días después, y se pudo evitar la muerte de mucha gente, porque ya nadie cree que la cifra definitiva de fallecidos sea de siete, como dijeron en un último parte, hace muchos días, cuando los desaparecidos eran muchos más.
A la dictadura se le escapó la liebre con lo de Guantánamo. Y cuando se apareció por allí Miguel Díaz-Canel, en compañía de Manuel Marrero, la gente le mostró su malestar, le dijo que los habían abandonado a su suerte, incluyendo a niños, y que no tenían ni agua que tomar. El Hombre de la Limonada apenas estuvo unas horas, tomó su avión personal y se fue a Artemisa a recorrer organopónicos. Marrero hizo más o menos lo mismo y dejó allí a una vice primera ministra, Inés María Chapman, y a algún otro ministro. Y nada más.
La ayuda ha sido demasiado exigua. Apenas entregaron un par de huevos por persona, dos libras de arroz que debían de lo que ellos, eufemísticamente, llaman «la canasta básica» del mes de septiembre, un pomo de aceite y poco más.
Ahora mismo la situación en aquellos lugares es catastrófica. Intentan restablecer la electricidad, pero los que dirigen no tienen ni la más mínima idea de cómo hacer para reparar los daños en la infraestructura, ni dónde albergar a todos aquellos que se quedaron sin casas, y mucho menos cómo actuar para comenzar la edificación de viviendas para los damnificados. Los encargados andan como pollos sin cabeza, de un lado a otro, en un actuar anodino e irreverente.
Y ante tal situación, sacar a la luz lo de Jorge Luis Perdomo funciona como una buena cortina de humo. Este modus operandi no es nuevo para el castrismo y tuvo en Fidel Castro al mejor maestro. El fallecido gobernante no tenía escrúpulos a la hora de apelar a estos métodos, aunque en ello le fuera la vida a alguno de sus allegados, como hizo con Arnaldo Ochoa, Tony La Guardia y otros dos militares a finales de la década de los 80, cuando su gobierno estaba metido hasta la garganta en escándalos de tráfico de drogas, asociados a Pablo Escobar.
Aquella vez, el castrismo ofreció caballos, torres y alfiles, en una purga que hizo pensar al cubano común, al que creía ciegamente en ellos y en sus medios, que los dirigentes tenían las manos limpias. Otros, sin embargo, siempre creímos que tal pulcritud nunca insistió, y el castrismo ha estado envuelto en lodo desde el mismo inicio de la mal llamada revolución, cuando los dos hermanitos se dieron cuenta de que la solución pasaba por quedarse con todo, aunque hubiera que arrancar cabezas, y eso hicieron.
Luego, con los años, perfeccionaron los métodos, aprendieron de cada golpe, porque los recibieron, pero no olvidaron nunca que lo importante es no perder y que siempre vale la pena entregar un alfil o un caballo para no tener que inclinar al rey. Eso hicieron de nuevo con Jorge Luis Perdomo, otro corrupto al que se sacan del camino para dar una imagen de transparencia y limpieza, cuando todos sabemos que por su ineptitud muchas personas murieron y otras sufren en toda Cuba, pero sobre todo en Guantánamo.
Hay que salvar el sistema, se dirán y no importa lo que hagamos para conseguirlo. Ahora le tocó a Perdomo. En cualquier momento le toca a Marrero, a cualquiera menos a Salvador Valdés Mesa, porque si quitan a ese nadie lo comentará, porque el septuagenario vicepresidente ni pinta ni da color.