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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- El impuesto presidente Miguel Díaz-Canel anda con un brazo en cabestrillo y se ha encargado de que todos lo sepan, porque hasta acudió a su cuenta en X (antes Twitter) para decirle al mundo que aunque tenga problemas físicos no para.
Lo de menos es que muestre su brazo inmovilizado, por unos problemas en el hombro, o que lo haga con un equipamiento al que la mayoría de los cubanos no tienen acceso, porque los que sufren fracturas o tienen problemas óseos en Cuba, les ponen, por yeso, un pedazo de caja de cartón con scotch.
Para el que supuestamente rige los destinos del país hay otras cosas, entre esas lo último en tecnología, para inmovilizaciones, y seguro que buenos calmantes, que le permitirán seguir trabajando, aunque, por suerte para él y desgracia de todos los cubanos, no tiene que hacer colas, ni cargar agua desde una cisterna de un edificio hasta el piso quinto o el undécimo, como muchos de nosotros, entre esas personas yo.
Lo primero que hizo fue publicar un tuit sobre su visita a la Casa de las Américas para participar en un acto donde se le entregó la Medalla Haydee Santamaría al escritor nigeriano Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura en 1986.
Y como su equipo asesor, entre ellos los que le llevan el twitter, insisten en hacer de él un personaje con dotes de héroe, no se quedaron ahí, y escribieron otro, en el cual cuenta el padecimiento que tiene, en su hombro derecho, razón por la cual tiene el brazo inmovilizado.
Sin embargo, lo lamentable es lo que sigue: «Muchas gracias por quienes se han preocupado por mi brazo en cabestrillo y al excelente equipo médico que resolvió fuertes molestias en el hombro». Y yo diría: dichoso él que puede contar con un equipo médico, que casi seguro estaba formado por más de un ortopédico, con todas las condiciones para atender a tan «distinguido» paciente.
Todo lo contrario sería si el que padece fuera un cubano común. No habría equipo, sino un ortopédico con ojeras, olor a cigarros, cansado y también agobiado, y ansioso por irse a casa a resolver los problemas que tienen sus hijos y su familia.
Y luego agrega el Hombre de la Limonada, como lo llama el colega Jorge Sotero: «Se inmoviliza momentáneamente el brazo derecho. El izquierdo trabaja a plenitud, como el resto del cuerpo. Guapo y fajao por el país».
En realidad, el brazo izquierdo ha hecho poco por el pueblo, porque nadie ha visto esas acciones tan loables realizadas por él, incluso ni con los hemisferios cerebrales, si es que a este individuo tonto, le funciona alguno. El «guapo y fajao por el país» es una muestra fehaciente, una más, de que al que pusieron a dirigir Cuba es un tonto que pudo haber pasado sin penas ni glorias por los anales que recogen la historia de los presidentes de Cuba, si no fuera por aquello de «la orden de combate está dada: ¡a la calle los revolucionarios!».
Esas palabras y la ola de represión desatada en los días posteriores, terminaron por convertirlo en un criminal más, al estilo de sus antecesores, los hermanos Castro.