Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Mientras los ojos del mundo seguían a Venezuela, los míos eran cercados por un apagón de más de cuatro horas.
De 11 de la noche a 3 de la madrugada la mirada atenta del planeta en Venezuela, la mía en un limón, exprimirlo, tomar el zumo con agua y estabilizar mi desesperación.
El mundo atento a Venezuela, yo cercado por el sudor, la oscuridad, los mosquitos.
Un hombre es el resultado de las circunstancias que vive. Mientras los ojos del mundo seguían a Venezuela, yo era un hombre encadenado a la noche y sus demonios.
Amanece y el espíritu de mis ancestros me empuja a hacer lo que aprendí de niño. Mi único paraíso es la niñez que viví.
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