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Por Eduardo González Rodríguez
Santa Clara.- Hace muchos años descubrí que hay personas que mueren esperando un cambio. Cambio de trabajo, cambio de pareja, cambio de casa, cambio político, y de paso, cambio social. Se mueren poco a poco frente al TV, como si los televisores de este mundo no fueran bocas malditas de cantar malas noticias, máquinas de prometer, de mentir, de amenazar.
Descubrí a lo largo del tiempo que la gente sueña (yo también he soñado) con poner un puesto para vender refresco Zuko, bombones de los malos, ron del que parte la cabeza, cigarros con sabor a tierra, falso café y cualquier mierda importada que tenga una envoltura bonita. Pero un sueño a medias es una pesadilla. Un negocio a medias es una pesadilla. Morderse la lengua es una pesadilla. Decir que sí cuando sabes que no, es una pesadilla. Y en ese mal dormir con los ojos abiertos -como los peces- sigues esperando que alguien te haga el favor de cambiar las cosas que no te gustan.
Sucede que a mucha gente le conviene lo feo, lo inútil, lo que ata de manos, lo que parte las alas. A mucha gente le conviene que sigas pensando que el feo eres tú, que el inútil eres tú, que fuiste tú el que se cruzó las manos sobre el pecho y que no sabes volar porque no te da la gana.
Y es posible que esa gente tenga razón porque, a veces el culpable no es el que tiene el látigo en la mano. La culpa casi siempre es de la rodilla que tiembla y del lomo que se dobla.
Y así funciona todo: las teorías de conspiración, la publicidad, la industria ideológica, la educación alimentaria, los shows de belleza, los juegos de azar. Es una maquinaria de falsedades y terror maquillada de sacrificio y entretenimiento, una maquinaria bien pensada por los tipos del power que no quieren que descubras que tú, frente al televisor, eres la rodilla que tiembla y el lomo que se dobla.
Me gusta Arthur C. Klarke, no tanto por sus relatos de ficción, sino por cosas que dijo a los 40 años -1957- y que hoy tienen más vigencia que nunca: «No soporto a la gente que pide cambios y no hace nada. No acaban de entender que cualquier cambio verdadero es el resultado de un cambio personal que comienza con un simple «basta», con decir «hasta hoy», con gritar «¡primero muerto!» y que no sea una metáfora.»
«¿Creen que los periódicos dicen la verdad? Los únicos que los aprovechan adecuadamente son los que no saben leer y que los utilizan para envolver frutas o carne. Y no lo hacen por mucho tiempo. Cualquiera sabe que la mentira marchita la fruta y pudre la carne de un día para otro».