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TENGAN CUIDADO A LA HORA DE JUZGAR

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Por Gretell Lobelle
La Habana.- A mi «nadie» me ha preguntado que necesité o necesito cuando decidí dejar la institucionalidad. Ni me preguntaron por qué. Ni tan siquiera cómo me las arreglé, arreglo para vivir o comer. La gente siempre asume muchísimo. «Nadie» nunca me ha preguntado por mis mierdas personales, mi equilibrio en salud física o mental. Mi misión de vida, mis batallas particulares, mis posturas y elecciones de gentes y causas quedan en el terreno personal e incuestionable.
A mí, solo dos amigas se han ocupado por mi dolor de vivir en una tierra que no me gusta y han tratado de hacer algo por sacarme de aquí. Hay que ser muy cuidadoso en el acto de juzgar. Es muy rico hablar de moral en calzoncillo. Mi posición ante la Cuba morronguera no entra en terreno de otro pensamiento que no sea el de mi propia creencia.
Con 48 ya estoy cañampua y vivida como para saber el valor de ser respetuosa, medida. Saber leer entre línea cada causa populista y matizar, matizar mucho los paladines y salvadores.
La opinión ajena pasa por el tamiz contextual de ese otro. La mía, que en la mayoría de los casos puede ser muy pedestre o vacua, es la mía, la que me sirve, sostiene y sobre todo con la que me disciplino en el sostén humano y la coherencia. Entonces, con los aguerridos moralistas y libertarios de los bandos por estos lares, «a mí la pinga, darlin».

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