¿PARA QUÉ VIDA ETERNA? HAY QUE VIVIR A TODO PULMÓN

Por Ramón García Guerra ()

Suena bien eso de vivir la vida eterna. Pasamos en los últimos 100-120 milenios de la deriva continental a la intervención en el código genético, con un punto intermedio en la selección natural de las especies. Así que eso de vivir la vida eterna no es tan loco.

Aunque con solo pensar en ello el mundo se pone patas arriba. Imagine la vida sin la muerte y todo será diferente.

Acabo de hablar del tema con un murciano que es amigo mío y que caza jabalíes, compra el billete de la Loto cada mañana, se infla la paza de comida y es devoto de La Virgen del Arrixaca, para más señas. Todo es científico, como la póliza de seguro –cree mí amigo.

«¿Cómo te imaginas tú con 240 años? Con esa edad –le digo– habrías visto nacer, crecer y morir a todos los tuyos. Luego si nadie muere se necesitaría un nuevo planeta cada veinte años y quienes se van sería como si hubiesen muerto. Además, la vida de cada persona sería eternamente más alegre e infinitamente más dolorosa que la que hacemos.

También lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo cambiarían a tremenda velocidad y nos sucedería como nos sucede hoy con los idiomas y las culturas. Deseo vivir lo justo, pero a plenitud. Eso hice y eso hago. Hasta hoy he vivido a todo pulmón; así que venga alguien y me quiten lo bailado.»

Entiendo que esto de la Vida Eterna es algo bíblico.

Según la escatología cristiana, la Vida Eterna es aquella que se vive después de la muerte. Aunque en algún momento La Biblia se refiere a la Vida Eterna que vivimos hoy mismo. Entonces nos dice que cuando se cree en Dios y se ama al prójimo se vive la Vida Eterna, según las Sagradas Escrituras.

Siendo yo un agnóstico, lo lógico es que piense que la Vida Eterna es un producto de la cultura.

Hace tres décadas atrás un naturópata me dijo que tenía cara de Ramón. «Cierto, le dije, en las ciudades pequeñas la gente nunca muere. Sucede que las paredes están llenas de cuadros de color sepia y los cementerios se hayan a la entrada o la salida de la ciudad».