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Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Usé pantalones, camisas a mangas largas, medias; en las noches el mosquitero me servía de refugio, creía poder librarme del virus de Oropouche o lo que sea, pero finalmente me agarró: intenso dolor de cabeza, fiebres de más de 38 grados, ardor en los ojos y perdida del apetito.
Mientras la fumigación sea localizada, sin barridos de calles y manzanas; todos caeremos víctima de este fenómeno.
Es terrible padecerlo, terrible. Pienso en las personas mayores, en los postrados, en los enfermos crónicos, sin buenos mosquiteros, sin calmantes, sin una alimentación adecuada para resistirlo.
¡Qué indefenso está nuestro amado pueblo!