La Habana.- Nicolas Maduro, autor de las más desdichadas ideas – un eufemismo para no citar «estúpidas ideas»- que un jefe de Estado haya pronunciado en la Venezuela chavista del último cuarto de siglo, es solo un caso más en la larga lista de individuos que han llegado al Poder en sus países por las vías más variadas, que lo han conservado por determinado tiempo, y que visiblemente no tenían las cualidades excepcionales que se le atribuyen a un verdadero estadista.
«Cada pueblo tiene el gobierno que se merece», sostiene una máxima, y todos los pueblos merecen buenos gobernantes, pero ello no siempre ocurre.
¿Cómo se sostienen entonces en el Poder, o cómo llegan a él hombres que no tienen esos rasgos de liderazgo? Mario Vargas Llosa, intelectual y liberal excepcional sostenía que ocurría por la ancestral tradición del hombre de obedecer a la fuerza, como un atavismo ineludible contra el que debe lucharse.
El austriaco Stefan Zweig, uno de los más grandes intelectuales europeos del siglo XX, afirmaba asimismo que «la gran masa gira siempre hacia el lado donde se haya el centro de gravitación del Poder».
Un contemporáneo suyo, Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, planteaba la prevalencia de los instintos en el hombre, manejables en principio.
Mi tesis es esta: las masas responden a la tradición. Si se le educa en el culto a la libertad, a la tolerancia, a la democracia, no podrá ser esclava.
Hitler, un intelectual mediocre pero vibrante orador, solo sedujo a la culta Alemania por poco tiempo.
En la Cuba post-castrismo, los medios de comunicación masiva jamás volverán a ser instrumentos de propaganda y manipulación.