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El 2 de julio de 1942, en un rincón tranquilo de la antigua Checoslovaquia, la infancia fue arrancada de raíz. Ese día, 82 niños de Lidice fueron separados de sus madres y entregados a la Gestapo. No sabían que se dirigían al campo de exterminio de Chelmno, ni que el mundo nunca volvería a verlos.
Tenían nombres, risas, juegos… y un futuro que se extinguió en una cámara de gas.
Décadas después, la escultora Marie Uchytilova decidió que no podían desaparecer del todo. Con paciencia de madre dolida y espíritu de historiadora, dedicó 20 años a darles rostro otra vez. Reunió documentos, testimonios, fotografías, y uno a uno, los fue modelando en bronce. No como símbolos abstractos. Sino como eran realmente: niños.
El resultado es una obra conmovedora en el mismo pueblo de Lidice. No hay gritos. No hay lágrimas. Solo 82 figuras quietas, de tamaño real, mirando al horizonte con una inocencia suspendida en el tiempo.
Es un monumento sin nombres, sin palabras, sin espectáculo. Pero basta con pararse frente a ellos para sentir el peso de una ausencia que sigue latiendo.
Porque a veces, la historia no necesita ruido. Solo memoria que no se oxide. (Tomado de Datos Históricos)