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(Otras consideraciones tras el podcast con Israel Rojas)
Por Eduardo Díaz Delgado ()
Los cubanos no nos fuimos por presiones económicas de Estados Unidos. Nos fuimos porque Cuba es un país destruido y en demolición, desde el gobierno, con sus acciones y sus políticas. Cuba no va a mejorar por acciones de su gobierno, que lo único que hace es lo que no tiene que hacer, y no hace lo que le corresponde.
Yo —y voy a hablar por mí ahora— me fui porque entendí que la mierda que estaban haciendo pertenecía a una agenda de cambios diseñada para que todo siguiera igual. Porque entendí que Cuba es una salamá y jodida dictadura de mierda, que aplasta lo que sea para seguir ahí. Me fui porque, aunque todos queríamos cambios, Cuba no está lista para cambiar. Y hablo aquí para ayudar a alistarla. Y yo soy un don nadie. Muchísima gente hace muchísimo más, y es su día a día.
Me fui porque tengo una sola vida y no estoy dispuesto a gastarla en un proyecto fallido, estúpido, tosudo, necio, sin sentido, y que no es del pueblo cubano. Un proyecto que nació de un grito de muchos y que fue robado para transformarse en una basura estalinista. ¿Sabes lo que eso implica? Crear un feudalismo en el que el pueblo es leña que arde para servir a los dirigentes.
Tú sabes que es así, y hablas, Israel Rojas, de todas las carencias sin entenderlas. Hablas de la crisis y la situación, pero tus chamas no pasan hambre ni dejas de comer para darles a ellos. Tú dejaste de ser pueblo y te olvidaste de qué se siente. Tú, que estuviste ilegal en tu propio país cuando emigraste a La Habana, nunca has puesto tu voz a hablar de eso, una realidad que hoy es peor. Ya tú no sabes lo que se siente, te desprendiste de eso. Entonces, no hables de presiones, de cosas externas. Un país fracasado invita a quemarlo todo o a irse.
Yo me fui porque entendí que no me quedan años para ver a una Cuba siquiera regular. Y que, al ritmo que quiere bailar tu amigo Díaz-Canel, no la van a ver ni mis nietos. No puedo esperar toda mi vida ni confiar en gente que solo ha mentido, que ha mandado a callar verdades que se salen de sus marcos, y que ha censurado a gente —mucha gente— que tú conoces.
Me fui porque tengo la responsabilidad, en primer lugar, de darle un futuro a mi hijo: la posibilidad de vivir decentemente y de que sueñe. Él no tiene la culpa de que, en donde nació, haya habido un DICTADOR que montó un sistema terrible y destruyó su país, porque hacerlo se volvió un negocio personal, y después familiar.
A mí, Estados Unidos no me ejerció ninguna presión. Me la hace, en primer lugar, el PCC, al que traté de entender y cambiar por dentro. Al que entendí cómo funciona, y al que pude resolverle la ecuación que lo hace incompatible con una Cuba «con todos y para el bien de todos». A mí me jode el Comité Central, que juega a dirigir Cuba como si fuera una partida de The Sims. Me jode la mediocridad de Díaz-Canel, tu amigo, que ha destruido un país que ya no tiene ni limones, ni limonada, y mucho menos base.
A mí me jode que Marrero Cruz —probablemente próximo presidente— se empeñe en manejar Cuba como si fuera un ejército, con sus absurdos controles de precios. A mí me jode que disentir y querer explícitamente un cambio sea estigmatizado con la etiqueta de «agente del imperio». ¿Qué imperio, de qué? El día que el gobierno de los Estados Unidos los apoye a ustedes, es fuego con ellos también.
Yo quiero una Cuba libre, en la que el cubano pueda elegir constantemente. No como tú dijiste: “actualizar el consenso nacional porque hay crisis”. No, cojones. El consenso nacional se llama democracia, saludable y funcional; se llama libertad de pensamiento, de expresión, de reunión, de prensa, de afiliación, de organización y de manifestación. La revolución falló y debe poder ser cambiada en cualquier momento. Tú funcionas con el precepto de que eso no se toca, y que todo lo que vaya en contra de eso es inválido. Así que métete la reconciliación en el…
Yo me fui, asere, porque necesito vivir. Yo no soy un mediocre. Necesito que mi esfuerzo valga, y ver resultados en mi círculo. No en la familia del apellido Castro.
Yo necesito no ser el reflejo de la generación de mis padres, que se esforzaron más que tú, aportaron más que tú y que dependen de sus hijos. Veo a la gente que me antecedió donde yo estaba y me da tristeza. Porque la mayoría se jodió pensando que era lo correcto. Y, al mismo tiempo que se jodieron ellos, se jodió Cuba.
Me fui porque a Cuba hay que levantarla de cero. Para eso, hay que extirpar un sistema mediocre, corrupto y disfuncional. Para eso, hay que reeducar a mucha gente, o al menos hacerles conocer y entender qué está mal y qué es lo principal que falta en Cuba: que la gente deje de estar presa dentro de sí misma. Que la gente se harte de la mentira y se aliste a hacer lo que tú sabes que hay que hacer.
Y, si llega ese día, y te vuelves a parar del lado de los palos…
Nos volveremos a ver las caras.