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Por Arturo Mesa ()
La Habana.- Esto de buscar empleo online parece funciona en este país. Ya van tres las entrevistas que logro, por mi cuenta. Algunas ofertas no me sirven por el horario, otras quieren tiempo completo, y yo lo que necesito es ocupar un par de días. De todas formas, aplicar online funciona. La entrevista de ayer fue extremadamente singular: una academia de ajedrez para niños.
A mí me encanta el ajedrez, pero nunca lo enseñé, de hecho ni yo mismo tuve instrucción académica, pero logré rating internacional y está ahí… en mi currículo y alguien lo vio.
¿Puede venir el viernes, señor?… Puedo, respondí.
Y el viernes se apareció el señor en el lugar.
El hombre se sienta a dos mesas de mí por tema Covid y comienza un interrogatorio muy técnico sobre asuntos de aperturas de ajedrez que me dice que sabe muy bien lo que quiere. Luego le digo, «por lo que veo usted tiene buen conocimiento de ajedrez además de buen rating». Y me dice que sí que él viene siendo el tercero o el cuarto del club, además del director del programa y que se da cuenta perfectamente que yo les puedo ser útil a pesar de tener la plantilla completa.
Ja, ja, me digo… me contrató… Y cuando me dispongo a hablar de la escuela, los niños, el pago y el programa me lanza la propuesta inesperada…
¿Jugamos?
¡¡Ehhhhh!! ¡¡Ay Dio!!
Es que viene gente diciendo que sabe y al final no sabe nada, me dice. Tengo que estar seguro.
Y viene hacia mi mesa con un reloj y acordamos un par de partidas a cinco minutos.
Primera partida, Arturito con blancas, no logro nada en la apertura, pero avanza el tiempo y siendo mayor que yo, supongo tenga problemas en el enredo y le complico tanto la partida que ni yo mismo sabía qué estaba pasando allí. Estrategia justificada, algunas jugadas después no ve una clavada y pierde la torre y se rinde. ¡Media pincha en el bolsillo!, le dije a mí mismo.
Segunda partida. Literalmente, el director me desaparece del tablero, pero igual, trato de aguantar y enredar aquello y llegamos a un final muy complicado con apuro de tiempo y me ofrece tablas. ¡¡¡Que si acepto!!! Pero claro, niño.
“Contratado”, me confirma el hombre. Ay ¡Eduardo Mendez! ¡Cómo aprendí de ti! Si alguien me llega a decir que yo iba a tener un trabajito vinculado al ajedrez en este país, le hubiera soltado la carcajada en plena cara.
“Y, por cierto”, agrega mi entrevistador, “después de esto, creo que ahora paso a ser el cuarto o el quinto en el club. Solo le sonrío, le doy la mano y me reservo la frase que tenía ganas de decirle:
“Usted es mejor que yo, mi amigo, lo que la maña es la maña y sin maña no hay maña”.