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Por Víctor Ovidio Artiles ()

Caibarién.- La cosa está dura y mala y no hay quien la aguante, decimos. Así ha sido siempre, aunque a la cosa le ha dado por excederse su poco en estos últimos tiempos. Nunca he sabido como logra la cosa complicarnos la vida, pero lo logra.

A la cosa le ha dado por ponerse más oscura y más cálida y más cara que de costumbre. Nos aprieta el cuello, dejándonos los ojos llenos de arterias al reventar y nos aprieta los huevos poniéndonos la voz clarita, clarita.

¿Por qué insiste la cosa en jodernos? ¿Qué coño le hicimos a la cosa para que actúe así? ¿Estará loca la cosa? ¿Será jodedora porque sí, porque le da la gana? ¿Será sádica así por naturaleza? ¿No tiene arreglo la cosa?

La cosa aprieta y la gente quiere huir a cualquier confín o quiere darse un último aldabonazo o quiere robarle al que se queda, al que se va y al que se rindió o quiere vivir a costa de la cosa, de la culpa que pesa sobre la cosa.

Quiero pensar que es inocente la cosa, una víctima más, un conejillo de laboratorio que carga la culpa del que se va, del que se queda y del que nos roba a todos y a la cosa. La cosa soy y eres y son y, al paso que vamos, lo seguiremos siendo.

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