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LA CUBA QUE YO QUIERO

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Me gustaría que la Cuba del futuro fuera como Noruega, Finlandia, Bélgica o Suecia, pero me conformaría con una como Costa Rica. No se puede ser muy exigente cuando estás tan abajo como estamos los cubanos. Ahora mismo, cualquier país del mundo es un paraíso si lo comparamos con este país donde vivimos.

Ya digo: cuando no tienes nada, te sueles conformar con poco, al menos para empezar. Y esos pocos son los que permitirán que el país levante, aunque sea lentamente, y se convierta en uno normal, como hay tantos por ahí, con condiciones orográficas, de fertilidad de sus tierras, de recursos humanos, en peores condiciones.

Solo quiero un país donde haya alimentos para todos. No esas miserias que deben llegar a las mugrientas bodegas para el inicio del mes, sino a unos mercados, como los habituales en todo el mundo, donde todos podamos ir a hacer la compra para la semana. Donde nadie nos diga qué tenemos que llevarnos, sino donde podamos coger lo que se nos ocurra, en las cantidades que estimemos necesarias.

Quiero una Cuba con alimentos variados y de calidad. Con decenas de tipos de leche, como cualquier país del mundo. Donde haya carnes de variedades infinitas, como ocurre en otros lares. Un país donde el arroz no sea el dirigido y seleccionado por el aparato que gobierna, porque es más barato, sino uno que sienta placer al cocinarlo y luego comerlo.

Una Cuba con compotas y golosinas para sus niños, que puedan comprarlos los padres, para no ver a los infantes sufrir tras las vidrieras de los mercados, como ocurre ahora. Una Cuba con abundancia de zapatos y ropas para todos, con opciones, donde no sea el gobierno el único que pone precios y vende, sin inspectores ladrones o extorsionadores.

Anhelo una Cuba con transporte, como en cualquier otro país del mundo, incluida África. Un lugar donde no sea necesario planificar un viaje con seis meses de antelación entre una provincia y otra, para hacer una reserva que no sabes si podrás utilizar o no. Un país donde se pueda volar de una punta a otra sin problemas, donde haya trenes de verdad, con buen servicio, con ferrocarriles seguros y no cargados de riesgo como los de ahora, donde los descarrilamientos y los accidentes están a la orden del día.

Quiero una Cuba con hospitales dignos. Con médicos comprometidos con la salud y no con el gobierno. Donde te atiendan aunque no pagues, donde haya todo lo necesario para una operación, aunque quieras pagarlo o tengas que pagarlo, pero que haya. Que haya seguros médicos y medicina pública y privada, tal como la educación.

Un país donde el que quiera abrir un colegio, pueda hacerlo. En el que no sea necesario usar uniformes ni adorar a héroes ladrones o ladrones convertidos en héroes.

Quiero una Cuba de leyes. Con tribunales, abogados y fiscales independientes, que solo se preocupen por hacer cumplir la ley, y no por responder a los intereses de los gobernantes de turno.

Espero que tengamos una Cuba con policías de verdad. Hombres y mujeres educados, cuyo poder radique en lo que representan, que estén para defender a los cubanos, que pagan sus salarios y no a los corruptos gobernantes a todos los niveles. Quiero agentes dignos y no esa sarta de corruptos, aprovechados, ineptos, que hacen valer su uniforme para aplastar al infeliz mientras se hacen los de la vista gorda con los poderosos. Unos policías que sean igual con el alcalde o el general, que con el humilde obrero de una finca.

Sueño con una Cuba de campesinos orgullosos, felices de trabajar la tierra y aportar. De gente que pueda adquirir maquinaria, combustibles, semillas y garantizar la comida de todo el pueblo, incluso exportar. Una Cuba de centrales azucareros, y enormes granjas repletas de ganado.

Quiero un país a cuyos hoteles se pueda entrar por cualquier circunstancia, incluso porque estabas en una fiesta, te pasaste de tragos y no quieres volver a casa. Una Cuba donde el salario garantice la vida, y que el Gobierno se preocupe por generar empleos, atraer inversiones, facilitar la vida de la gente, no la de ellos ni la de aquellos cuyo apellido lastraron para siempre a la nación.

Necesito un país a donde la gente vuelva, porque hay vida, ilusiones, sueños, empleo, oportunidades. No uno del que escapan todos, hasta los ancianos sin ilusiones.

Abogo por una tierra digna, donde la libertad sea la ley primera, y todos tengamos el derecho de decir y hacer lo que se nos venga en gana, respetando solo aquello de que mis derechos terminan donde comienzan los del próximo.

Cuba tiene que ser un país de elecciones libres, donde un hombre digno -o al menos inteligente- rija sus destinos. Un país sin ejército, porque nadie nos va a invadir, y solo con una guardia nacional para situaciones de emergencias o cuidar las fronteras.

Quiero un país de industrias nuevas, de edificios modernos, lleno de vías de comunicación, autos, trenes, aviones, de opciones de trabajo, de hombres y mujeres dignos, y no uno de chivatos y ladrones, cargado de vehículos antiguos y peligrosos que ruedan por carreteras llenas de baches y cargadas de peligro.

Anhelo un país con deporte profesional, con peloteros que puedan ir a jugar al país que quieran, y que tengamos nosotros la oportunidad de verlos, y no solo enterarnos de lo que hacen por lo que dicen los empalagosos comentaristas o informadores.

Quiero una Cuba libre, libre para todos, en la que cada cubano tenga los mismo derechos y similares deberes. Desde el más humilde obrero hasta el más encumbrado de los políticos. Una Cuba donde no se persiga a nadie por decreto, donde sea lícito criticar a los políticos y expresar opiniones en cualquier lugar, sin temor a la reja o al grillete. Una Cuba como la soñó Martí.

Y Martí no quería una Suiza o una Finlandia, soñaba solo con una Cuba digna.

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