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La Habana.- Mariela Castro forma parte de ese grupo de personas para las cuales mentir no representa problema alguno. Ella es de los que miente siempre, en cada momento, de los que pone cara angelical, pero en el fondo uno se da cuenta de que es tan ladina como su padre, como su tío, el hermano, el sobrino, o cualquiera de esos primos que se aprovechan de los cubanos para darse una vida de ricachones.
Cualquiera puede darse vida de rica. Pero debe hacerlo si su dinero es limpio, ganado con trabajo, no robado por su familia a un pueblo al que tratan como siervos, como han hecho los Castro desde siempre, amparados en el engaño, la manipulación y la mentira.
Lo que dijo de la libreta de la bodega es otra mentira más, una falacia sin fin. Porque en su casa jamás entró nada normado. En la residencia de los Castro Espín todo era al por mayor, desde las alas de pollo, preferidas por su madre casi como único alimento, hasta las bebidas de su padre, o los mariscos de los cuales es fanático su esposo actual, el italiano Paolo Titolo.
Mi consejo a Mariela es que se calle, que no diga nada que pueda ser usado en su contra, porque un día cualquiera la situación da una vuelta de campana y los que están ahora encima, pueden verse debajo, y entonces tendrán que pagar. Y tú vas a pagar.