Por Esteban Fernández Roig
Miami.- A todos los muchachos nos gustaba la música, deseábamos bailar, llovían las fiestas de 15 años a nuestro alrededor, y a las primeras que fuimos hicimos tremendos papelazos.
En mi pueblo, que yo supiera, no había escuelas de bailes, o por lo menos yo no las vi.
La suerte grande, inmensa, de todos los jovencitos cubanos, fue que tuvimos un tremendo maestro de baile, quizás el mejor bailador que dio nuestro país en toda su historia. ¡Y nos enseñó gratis!
Todavía me emociono al ver videos antiquísimos de ese brillante cienfueguero, cantante, compositor y estelar bailador llamado Rafael “Felo” Bacallao Hernández, quien por 34 años fuera la principal atracción de la sexagenaria Orquesta Aragón.
Todos, absolutamente todos, nos sentábamos frente al televisor prácticamente hipnotizados observando cada uno de sus movimientos, tirando unos geniales pasillos de Cha cha chá.
Y en nuestras propias salas, nos parábamos y tratábamos de imitarlo -torpemente primero y después fuimos cogiéndole el tumbao- y aprender a defendernos en las cuatro sociedades güineras: El Liceo, el Casino, la Bella Unión y los 31 de Diciembre en el Brage Yatch Club.
Y les aseguro que no ha habido un solo instante en que yo me haya levantado de mi asiento y dirigido a una pista de baile en que no haya dicho: “¡Gracias Bacallao, sin ti todavía no me hubiera atrevido a bailar!”
Porque les digo un secreto: Durante toda mi vida cuando he bailado un tango, un mambo, un guaguancó, y hasta un bolero, siempre ha sido ¡imitando a Felo Bacallao!
Post Views: 161