
FABADA DE LATA
Por Rafael Muñoz ()
Berlín.- Descubrí la fabada de lata en mi primer viaje a Madrid. Por aquel entonces no sabía cocinar y mi economía tampoco me permitía otra cosa. El periodo especial estaba aún fresco en mi memoria y estómago, así que aquellas latas de fabada asturiana me parecieron la gloria.
De hecho, hoy reconozco que aquella fabada de lata es muy buena. No en balde, cada vez que visito el supermercado español, salgo con un par de ellas. Eso hice la semana pasada: dos latas de fabada, una tira de chorizo, un par de morcillas, dulce de guayaba y dos paquetes de croquetas.
Y en el instante en que el cajero dijo 38,45 € supe que esa era mi última vez en ese lugar.
Hace cuatro años esto era cosa de 10 euros a lo sumo. Pero los precios se agarran de cualquier desgracia para subir. Primero fue el Covid, luego la guerra en Ucrania y más tarde la del cercano oriente. Y cuando terminen las guerras los precios seguirán ahí.
Los domingos son días perfectos para experimentar en la cocina. Cuando se tiene chorizo y morcilla española nada puede salir mal. Hace siglos que no comía «frijol carita» y ya puestos a experimentar, le he puesto un ají completo y cebolla y ajo y comino estrellado y sal y pimienta. ¡Ah! y un chorro de Vino de Oporto que le otorga ese sabor dulzón a los frijoles sin tener que agregar azúcar.
La primera diferencia es el olor. Dejas que aquello se cocine a fuego lento solo para disfrutar el aroma. ¡La casa se me ha llenado del olor de mi niñez! Soy viejo, mi niñez fue mucho antes del periodo especial.
Luego el sabor me obligó a repetir. Me he comido casi una cazuela de fabada o como quiera llamársele a esto. ¡Qué cojones! He bajado ocho kilos en lo que va de año comiendo ensaladas. Un gusto que me puedo permitir.
No le puse ron Botucal, pero le asienta muy bien al cocinero.