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La imagen muestra un objeto diminuto, áspero, fácil de pasar por alto. Sin embargo, encierra una profundidad temporal difícil de imaginar.
Se trata de una pequeña talla de un ave acuática, esculpida hace unos 33.000 años en marfil de mamut. Fue hallada en 2002 en la cueva de Hohle Fels, en el sur de Alemania, uno de los yacimientos más importantes del Paleolítico superior europeo.
A pesar de su tamaño, la figura destaca por la claridad de sus rasgos. El cuerpo alargado, el pico y la silueta general permiten identificar sin dificultad un ave ligada al agua. No es una forma abstracta ni simbólica. Es una observación directa del mundo natural, traducida a materia con sorprendente intención artística.
Hasta hoy, esta pieza es reconocida como la representación más antigua conocida de un ave realizada por seres humanos. Su antigüedad la sitúa en una etapa temprana del Homo sapiens en Europa, cuando el arte figurativo apenas comenzaba a emerger.
La elección del material no fue casual. El marfil de mamut era resistente, valioso y difícil de trabajar. Tallarlo requería tiempo, habilidad y herramientas adecuadas. Esto indica que la figura no fue hecha por necesidad práctica, sino por una motivación cultural o simbólica.
Este pequeño pájaro no servía para cazar, cortar o proteger del frío. Servía para representar. Para observar. Para fijar en un objeto algo que formaba parte del entorno cotidiano de aquellos primeros humanos.
La talla de Hohle Fels es una prueba silenciosa de que, incluso en un mundo dominado por la supervivencia, las personas ya sentían el impulso de crear, de mirar a la naturaleza y devolverla transformada en arte.
Hace 33.000 años, alguien sostuvo este objeto entre los dedos. Hoy, seguimos haciéndolo, tratando de entender qué pensaba aquel primer creador al dar forma a un ave que aún parece querer volar.