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El rompecabezas de Xabi con una zaga entre la abundancia y el dilema

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Por Yoyo Malagón ()

Madrid.- Lo tiene crudo, pero de la buena manera, el Míster. Ahí está Xabi Alonso, mirando el campo de Valdebebas con la misma cara de póker con la que desarmaba medias, pero con un sudor frío corriéndole por la espalda. No es para menos. El milagro médico del Real Madrid ha hecho de las suyas: Militao y Rüdiger están ahí, enteros, sudando la camiseta y con esa mirada de toro enjaulado que da miedo.

Y entonces llega la noticia bomba: Dean Huijsen, el holandés que parecía un fichaje de futuro, está a punto de volver de su lesión con la intención de recuperar su puesto, de volver a ser titular.

¡Bendito problema, oiga! ¿Qué hace un técnico cuando tiene tres centrales de primer nivel pidiendo guerra? Pues lo mismo que harías si te toca la lotería y no sabes en qué coche gastártelo: sufrir de abundancia.

La duda no es de pega, es de esas que te quitan el sueño. Durante la crisis defensiva, alguna vez el entrenador uso una línea de tres, que fue su salvavidas. Con ella, el equipo ganó en solidez y el bueno de Tchouaméni pudo volver a su natural de mediocentro destructor, que es donde hace pupita. Pero ahora, con esta riqueza en el centro… ¿mantienes la terna o dejas a uno de estos mastodontes en el banquillo, con la mala leche que eso genera?

La vuelta al clásico 4-4-2 de toda la vida permitirá que no se desinfle la magia del medio campo que jugó ante el Athletic Club, aunque tal vez no esté Camavinga, pero uno quedaría fuera. Si juegan Militao y Rüdiger juntos, es el muro de Berlín con patas. Pero si juega Huijsen, es la salida limpia con garantías para los próximos diez años. Y ahí está Asencio, el soldado fiel, que te lo da todo y no pide nada. ¡A mí que no me toque decidir!

La banda derecha sí es un problema

Pero es que el lío no acaba en el centro. Es que te vas a la banda derecha y parece la enfermería del Día de la Marmota. Carvajal, el de toda la vida, vuelve a lesionarse y se pierde semana tras semana. Y el nuevo, ese Alexander-Arnold que vino entre fanfarrias y vídeos de tiki-taka desde Liverpool, hace lo propio en Bilbao. Y fuera… dos meses. Así que tenemos la banda derecha más cara y vacía de Europa. Aquí es donde Xabi tiene que sacar el manual de supervivencia y el tarro de las ideas locas.

Las opciones sobre la mesa son dos, y ambas dan yuyu. La primera: poner a Fede Valverde por aquel lugar que no le gusta, por cierto. El uruguayo tiene el motor de un tanque, la entrega de un legionario y un disparo que rompe porterías, es cierto. Pero jugar de lateral no es solo correr. Es saber posicionarte, subir y bajar con ritmo, y no liarla en tu propia área.

A Fede le sobra corazón para tres, pero la defensa no es su salsa. La otra opción es más arriesgada: darle la confianza al chaval, a Raúl Asencio. El canterano tiene hambre, tiene calidad y no le tiembla el pulso. Pero poner a un novato en semejante circo, en plena lucha por todo, es como lanzarlo a los leones con un filete atado al cuello. Un error y al niño se lo come la prensa.

El míster se la sigue jugando

¿Qué hará el vasco? Mi apuesta, por lo visto en su primera temporada, es que apostará por la cabeza fría antes que por el corazón caliente. Veremos una línea de tres centrales (Rüdiger, Militao y Huijsen) para darle una sólida base al equipo. Y en esa banda derecha, en los partidos grandes, confiará en la polivalencia de Valverde, pero con instrucciones muy claras de no aventurarse y con la cobertura constante de un interior.

Asencio tendrá sus minutos pero no creo que sea en los grandes partidos, aunque el año pasado lo hizo bien, incluso ante equipos grandes. Esa sería la decisión pragmática, la que menos duele hoy, aunque no ilusione a la grada.

Al final, Xabi Alonso se juega más que unos puntos. Se juega el manejo de un vestuario lleno de egos sanos y la gestión de una crisis que, paradójicamente, ha venido por el exceso de calidad y tres empates en liga casi seguidos.

Si sale bien de este embudo, le habrán puesto la medalla de técnico con recursos. Si se equivoca, le caerá la etiqueta de indeciso. Pero así es el Madrid: o eres un genio haciendo malabarismos con las estrellas, o eres el funambulista que se cayó del cable. El vasco, con su tranquilidad de monasterio, parece preparado para caminar sobre la cuerda floja. Al menos, hasta que vuelvan los laterales.

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