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El pueblo más antiguo del mundo caminó desde África hasta Australia… y su ADN aún lo cuenta

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Durante siglos, los aborígenes australianos hablaron a través de cantos, huellas y memoria. Y aunque Occidente tardó en escuchar, la ciencia terminó por revelar algo asombroso:
su cultura es una de las más antiguas y continuas del planeta.

El descubrimiento surgió de un gesto humilde: un mechón de cabello, guardado por un hombre aborigen y entregado a un antropólogo hace más de cien años. Aquellos cabellos, frágiles pero intactos, contenían una historia que ningún libro había registrado.

Cuando los genetistas lograron secuenciar el que se considera el primer genoma aborigen, apareció una verdad monumental: los ancestros de los aborígenes australianos salieron de África hace unos 75.000 años, mucho antes que cualquier otro grupo humano que pobló Europa o Asia.

No fueron migrantes casuales; fueron exploradores capaces de atravesar bosques tropicales desconocidos, islas, mares y desiertos abrasadores hasta llegar a un continente que ningún otro ser humano había pisado.

El profesor Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague, lo resumió con admiración:
“Fue una travesía extraordinaria que requirió habilidades excepcionales de supervivencia y una valentía inmensa”.

El análisis genético también demostró algo que los propios pueblos indígenas siempre supieron: su conexión con la tierra es ininterrumpida, una continuidad cultural que supera a cualquier otra sociedad viva.

Mientras las grandes civilizaciones del mundo surgían y caían, los aborígenes australianos mantenían vivas sus historias, sus rutas del sueño, sus mitos y su relación espiritual con el paisaje.

Un mechón de cabello reveló aquello que siempre estuvo allí: que en Australia no solo habita un pueblo,
sino una de las memorias más antiguas de la humanidad.

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