Enter your email address below and subscribe to our newsletter

EL PODER CORROMPE

Comparte esta noticia
Por Manuel García Verdecia ()
La Habana.- Muchos emplean frecuentemente la frase “el poder corrompe…”, pero no siempre los que la usan conocen quién la dijo y en qué condiciones. Por eso me gustaría compartir esta nota. El autor de la famosa, y bastante cierta frase, fue el historiador inglés Sir John Dalberg-Acton.
A pesar de ser católico, supo enfrentarse a la pretendida supremacía del papa y al dogma de su infalibilidad debido a su posición. Esto determinaba qué hacer o decir por encima de intereses nacionales o el libre pensamiento individual. La posición de Acton lo enfrentó a la jerarquía eclesiástica. Tuvo que cerrar por ello su revista, lo que luego lo llevó a escribir su carta de abril de 1887 al estudioso católico Mandell Creighton donde expone su famosa declaración.
Los placeres secretos de Fidel CastroAl hablar de poder se refiere a cualquier ventaja (económica, política o social) que permita a unos prevalecer ineluctablemente sobre otros. Su sentencia completa es así:
“No puedo aceptar su precepto de que debemos juzgar el papa y al rey distinto a otros hombres con la favorable presunción de que no hicieron ningún mal. Si hubiera cualquier presunción, sería en el otro sentido, contra los sostenedores de poder, incrementándose así que se incrementa el poder. La responsabilidad histórica tiene que compensar la carencia de responsabilidad legal. El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre malos hombres, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: todavía más cuando usted sobreañade la tendencia o la certeza de la corrupción por autoridad total. No hay peor herejía que el hecho de que la posición santifique al poseedor de ella.”
Se filtran fotos de la boda del nieto-escolta de Raúl CastroY por supuesto que ejercer una alta posición social no es índice de que se trate de un individuo de alta moralidad o bondad. Al estudiar el mundo donde nos movemos la vida parece conferirle toda la razón a Lord Acton, solo hay que mirar a nuestro alrededor. Desde un simple portero o secretaria hasta un Primer Ministro o Presidente, cada cual se sube sobre su pedestal para imponer un criterio o conducta, disfrutando de la cómoda posibilidad de que otros se sometan a su dictamen y conseguir mayores bienes que fortalezcan su posición.
Fíjense cuántos dirigentes sociales empiezan combatiendo un régimen y terminan imponiendo su propio sistema, con procedimientos que van desde cambiar la Constitución para poder reelegirse, crearse una sólida base de simpatizantes mediante prebendas o clientelismo, incluso sometiendo o eliminando físicamente a sus oponentes. Entonces hay que llegar a la conclusión de que todo poder debe tener un contrapoder que lo modere y controle.

Deja un comentario