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EL PÍRRICO EXITO DE LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO: ELCANO RETORNA A CASA

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Tomado de MUY Interesante ()

El marino vasco Juan Sebastián Elcano cogió el testigo del malogrado Magallanes -murió en combate en la isla filipina de Mactán- y logró, no sin sufrimiento, completar una de las mayores hazañas de la historia de la navegación universal

Madrid.- La muerte de Magallanes en Mactán como consecuencia del enfrentamiento con los nativos filipinos, supuso un duro revés para la expedición a la que, tras conseguir cruzar el Pacífico, todavía le quedaba una larga travesía de vuelta a casa. A pesar de ser elegido el piloto portugués João Lopes Carvalho para suceder en el cargo a su compatriota, la figura del vasco Juan Sebastián Elcano comenzó a sobresalir por encima del resto y sería el encargado de completar la circunnavegación del globo al mando de la nao Victoria.

El pírrico éxito de la primera vuelta al mundo: Elcano retorna a casa

El pírrico éxito de la primera vuelta al mundo: Elcano retorna a casa. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.

Itinerario errático

Las siguientes etapas del viaje tras la pérdida del capitán luso llevaron a las dos naves supervivientes de la expedición -la Trinidad y la Victoria– por diversas islas filipinas, como Mindanao o Palawan. Como ignoraban dónde se encontraban, recurrieron en varias ocasiones a la poca ortodoxa práctica de capturar por la fuerza a pilotos locales de barcos a los que abordaban. Pero las dificultades de entendimiento y el escaso interés de estos pilotos, más preocupados por escapar, acabaron condenando a los españoles a una trayectoria errática hacia el sureste, camino de Borneo, en lugar de al suroeste, donde se encontraba su meta.

De esta forma, el 9 de julio de 1521 los dos barcos avistaron el puerto de Brunei, que ya por entonces era un importante sultanato en la isla de Borneo. Les impresionó la grandiosidad de la ciudad, “construida sobre el mar mismo”, como anotó el cronista Pigafetta, y que estaba formada por unos 25.000 hogares, según sus cálculos.

De Brunei a las Molucas

Un rajá musulmán gobernaba Brunei, y a su llegada trató con gran suntuosidad a los marineros. Les llevó en elefantes, ofreció banquetes en su honor y los cubrió de regalos. De todas maneras, los expedicionarios se mostraban escamados ante los agasajos locales y temían que las atenciones de los anfitriones luego se tornaran problemas.

Por eso, cuando el 29 de julio vieron abalanzarse sobre ellos más de cien praos (embarcaciones largas y estrechas, típicas del sudeste de Asia), se dispusieron a entrar en batalla. Se encontraban bloqueados por un lado por aquellos praos, y por otro por unos juncos (de mayores dimensiones). Atacaron a uno de estos últimos, pero su capitán sobornó a Carvalho con joyas y armas decorativas de valor para que le permitiera escapar.

Prao tradicional malaya

Una prao tradicional, típica embarcación del sudeste asiático, en la isla de Java. Foto: Alamy.

En realidad, las praos –enviadas por el gobernador de Brunei– no iban a por los españoles, sino a por el junco, por lo que habían cometido un gran error creyéndose atacados. El rajá se enfadó mucho con Carvalho y retuvo a algunos españoles como rehenes, entre ellos el propio Elcano y Gonzalo Gómez de Espinosa, que había ascendido a comandante de la nao Victoria. Carvalho quiso vengarse haciendo lo propio y secuestró a tres mujeres de gran belleza para formar una especie de harén.

El entuerto acabaría por resolverse, pero los marineros no disculparon a Carvalho, a quien retiraron de la capitanía general. Le sucedió el tesorero Martín Méndez. Junto a él, Espinosa y Elcano formaban una especie de triunvirato al mando de toda la misión. En busca de información sobre su elusivo destino, los expedicionarios se convirtieron en poco menos que piratas, atacando barcos locales para obtener datos. En uno de ellos, tuvieron la fortuna de topar con el hermano del rey de Mindanao, quien, agradecido porque le habían perdonado la vida, les explicó que debían corregir su rumbo hacia el suroeste si querían llegar a las Molucas.

Kisar, isla al sur de las Molucas

Una isla al sur del archipiélago indonesio de las Molucas, Kisar. Foto: AGE.

Tras pasar un rosario de islas, finalmente el 6 de noviembre de 1521, con la ayuda de un piloto local capturado, encontraron cuatro de las cinco principales islas que forman las Molucas: Ternate, Tidore, Motir y Makian (la otra es Bacan). Eufóricos, dispararon toda su artillería cuando entraron al puerto de Tidore.

Para su sorpresa, el rey local, un musulmán llamado Al-Mansur –al que castellanizaron como Almanzor– conocía sobradamente a los portugueses. De la expedición de Serrão, el amigo de Magallanes, quedaba todavía en las islas un integrante, Pedro Alfonso de Lorosa, que les puso al corriente de lo que sucedía. Así, los españoles supieron que, desde hacía al menos diez años, las flotas portuguesas comerciaban con especias de las Molucas que colocaban discretamente en Europa a través de personas interpuestas.

Por eso, el rey portugués no estaba interesado en el viaje de Magallanes: le resultaba mucho más rentable que el comercio no se normalizase y ellos mantuviesen, bajo mano, un control absoluto.

Pero Almanzor había tenido conflictos con los últimos portugueses que habían acudido en busca de clavo, que se propasaban con las mujeres locales, y había acabado por ejecutar a varios. Harto de la relación con Portugal, se echó en brazos españoles y señaló su disposición a rendir vasallaje al rey Carlos. Esto significaba que el último cargamento de clavo que los portugueses no se habían llevado sería para los castellanos. Se trataba nada menos que de 635 kilos del que era “el oro de las especias”.

Especia del clavo

Más de media tonelada de la preciada especia del clavo llegó a puerto en la nao Victoria, lo que proporcionó grandes riquezas a la Corona española. Foto: AGE.

Era una gran noticia, pero no exenta de problemas. El astuto Almanzor pretendía utilizar a los providenciales extranjeros para presumir de su apoyo en las rencillas que le enfrentaban con su homólogo de Ternate. Los españoles, que habían aprendido la lección de Filipinas, procuraron no inmiscuirse demasiado. Se concentraron en intercambios comerciales para cargar sus barcos con las preciadas especias. Además de clavo, las islas eran ricas en nuez moscada.

No podían demorarse demasiado porque, tal y como también les informó Lorosa, los portugueses nunca habían dejado de buscar a Magallanes. Cuando ya zarpaban con las bodegas llenas, la Trinidad sufrió una terrible avería: una vía de agua enorme, que la iba a llevar a pique de seguir adelante. No hubo más remedio que paralizar la partida y, como el origen del escape resultó ilocalizable, al final se tomó la decisión salomónica de que una parte de la tripulación se quedase allí hasta repararlo y luego volviesen desandando el camino, es decir, hacia el este cruzando de nuevo el Pacífico.

Mientras, la Victoria continuaría el trayecto proyectado hacia el oeste, camino de África y del Cabo de Buena Esperanza.

Réplica de la nao Victoria

Una réplica de la nao Victoria – la única en regresar– que se encuentra expuesta en el Museo Naval de Punta Arenas, en la región de Magallanes, Chile. Foto: AGE.

La dificultad de los vientos

Al mando de esta quedó Juan Sebastián Elcano, que por fin asumía el liderazgo absoluto. De Carvalho solo se sabe que murió el 14 de febrero de 1522, aunque ningún cronista explica la causa; es posible que hubiese algún conflicto, dado que Pigafetta habla de “crímenes”. La Trinidad quedó bajo la autoridad de Gonzalo Gómez de Espinosa. Lo que no sabían en aquel momento es que la suerte de ambas naves y de sus respectivas tripulaciones iba a ser muy dispar.

El 21 de diciembre de 1521 partía la nao Victoria con sesenta tripulantes rumbo oeste. Desde el principio, fue un viaje dramático. En el mar de Banda (Indonesia), sufrió los embates de las tormentas y ya requirió reparación. Siguió hasta la ya por entonces renombrada isla de Java y luego a Timor. A partir de ahí, el océano Índico se abría inmenso, con apenas unas pequeñas islas hasta la lejana África.

Tras tener que reparar en alta mar nuevas vías de agua en el barco, no habría nuevos incidentes, pero la intranquilidad aumentaba a medida que se acercaba el Cabo de Buena Esperanza, cuya dificultad era de todos conocida. A la altura de Madagascar se plantearon hacer un alto en la isla, pero como se trataba de una colonia portuguesa les pudo el temor de un castigo seguro y no se detuvieron hasta un puerto de la actual Sudáfrica (quizás Port Elizabeth).

Cabo de las Agujas, Sudáfrica

El Cabo de las Agujas (Sudáfrica). Este accidente geográfico es el punto de intersección entre los océanos Índico y Atlántico y el punto más meridional de África. Foto: Alamy.

Allí llegaría el primer gran reto: cruzar el Cabo de las Agujas, donde confluyen corrientes que azotan la masa continental con vientos de 160 kilómetros hora y, como resultado, forman olas gigantes de hasta dieciocho metros.

El 14 y 15 de mayo de 1522, estuvieron intentando cruzar este cabo y creían que tendrían que abandonar la idea. “En esta costa hay muchas corrientes que el hombre no les halla abrigo ninguno”, escribieron en el diario de bitácora. Pero un breve cambio de viento favorable permitió a Elcano –que aquí demostró su habilidad marinera– superar el temido obstáculo. El esfuerzo les pasó factura, pues al día siguiente se quebraron el mástil y la verga de trinquete, pero, tras la consiguiente reparación, el día 18 cruzaron el Cabo de Buena Esperanza.

Mapa del Cabo de Buena Esperanza

Un detalle del mapa del Cabo de Buena Esperanza trazado por el cartógrafo italiano Stefano Buonsignori entre 1575 y 1584. Foto: Getty.

A partir de entonces, los españoles encontraron un mar mucho más navegable, pero como no querían –o podían– poner pie en tierra, los casi dos largos meses empleados en cruzar el lado occidental de África serían letales por la aparición del escorbuto a bordo.

Hasta llegar a Cabo Verde, el 8 de julio, murieron veintiún marineros por esta causa. Allí, Elcano y su tripulación inventaron una historia haciéndose pasar por un barco que venía de las Indias Occidentales, para no despertar sospechas. Sin embargo, parece que un marinero portugués, Martín de Burgos, les traicionó buscando de esta forma asilo entre los suyos. Tuvieron que partir precipitadamente abandonando a varios hombres –como Martín Méndez, el contable de la flota– en estas islas dominadas por Portugal.

Llegada a puerto tras la odisea

En el tramo final de su retorno, solo quedaban 22 hombres en la nao, dieciocho europeos y cuatro esclavos o prisioneros. Con tan escaso plantel, de una expedición formada inicialmente por 260 hombres, entraron el 6 de septiembre de 1522 por fin en tierras españolas por la bahía de Sanlúcar de Barrameda, a bordo del único barco superviviente de los cinco que zarparon. Menos de un diez por ciento de la tripulación había logrado completar el homérico viaje y retornaba en un estado penoso, presa del hambre y la enfermedad.

El regreso de Elcano, Elías Salaverría

De los 260 hombres que formaron la expedición, solo volvieron 22. Arriba, El regreso de Elcano, un óleo de Elías Salaverría (1919) que recrea el momento de la llegada. Foto: Album.

Elcano temía ser acusado de traición por los motines y también debía dar una explicación a la muerte de Magallanes. El monumental cargamento de clavo que llevaba en sus entrañas la maltrecha Victoria allanó todos los problemas.

El rey Carlos recibió en la Corte de Valladolid a él y a otros dos miembros de su tripulación. Aunque fueron interrogados prolijamente, la estrategia que siguieron en sus declaraciones fue la de presentar a Magallanes como un traidor, que secretamente trabajaba para los intereses de Portugal. Esta era la visión que siempre habían tenido de él los notables castellanos de la expedición. En cualquier caso, al emperador Carlos no le interesaba demasiado este asunto, y sí los pingües beneficios que podía obtener del comercio del clavo, que contribuiría a mejorar el estado de sus siempre vacías arcas.

Saboreando una efímera gloria

Magallanes quizás hubiera pasado a la Historia como un desleal si no hubiera sido por la crónica del veneciano Antonio de Pigafetta, que siempre se le mantuvo fiel, hasta después de muerto. Convirtió su diario de la expedición en un libro que llevó a varios reyes europeos y luego publicó en su patria, Venecia, que era la capital de la edición en el Renacimiento, lo que aseguró su difusión internacional.

Elcano fue nombrado caballero y vivió en vida la gloria de haber circunnavegado el mundo por primera vez. Pero, al final, su destino en cierta forma replicó al de Magallanes: nombrado segundo de a bordo en la siguiente expedición de la Flota de las Molucas, no podría volver a verlas, al perecer por el escorbuto durante el trayecto.

La nao Victoria es colocada fuera del agua en Sevilla y vitoreada

En este grabado coloreado, la nao Victoria es colocada fuera del agua en el puerto de Sevilla y vitoreada por haber dado la vuelta al mundo. Foto: Album.

Con toda su carga épica y sus oscuridades, la expedición de Magallanes resultó un éxito y pronto fue percibida así. El geógrafo y humanista italiano Juan Bautista Ramusio, una de las grandes autoridades de la época en la materia y coetáneo a los hechos, lo resumió con los mayores elogios: “El viaje hecho por los españoles en el espacio de tres años es una de las cosas más grandes y maravillosas que se han ejecutado en nuestro tiempo y aun de las empresas que sabemos de los antiguos, porque esta excede en gran manera a todas las que hasta ahora conocemos”.

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