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Por Carlos Cabrera Pérez
Madrid.- Los penúltimos cambios de empleados de Birán S. A. ubican al escriba de los discursos del presidente Díaz-Canel en el aparato del anticubano partido comunista, y ascienden a la música a la presidencia de la UNEAC. Quizá es la primera vez que una musicóloga llega a tan desprestigiado cargo.
Morlote es el negro de Díaz-Canel, y de su cabecita salen las solemnes boberías que luego el presidente desgrana con gesto compungido y mirada al vacío.
Estamos ante el segundo round del simulacro de cambios en el tardocastrismo, donde el decimista ha sido rodeado por cuadritas del finado Iroel y de Alexis Triana, el hijo descarriado de Fidel, que vio la luz en Moa y desde entonces no ha parado de trepar y serruchar pisos.
Obviamente, la maniobra es una cortina de humo para encubrir la crisis sistémica que asola al pan con na, e intentar proteger a Gil y encubrir los patinazos del presidente y el primer ministro en la reciente sesión carneril de la asamblea antinacional.
La UNEAC es un mero departamento del comité central, una botella para los serviles y no había urgencia alguna en el traslado de Morlote al aparato del partido, y habría podido aguantar hasta el próximo congreso porque en la casona de 17 todo está cuadrado, y bien alejada de las bases de la organización, donde suele haber gente digna y sincera, que plantea los problemas reales de la cultura cubana que, lejos de ser un escudo de la nación, es un mero antifaz de la barbarie verde oliva.
Morlote, ahijado político de Alfredo Guevara, ahora dispondrá de más tiempo para redactar las cataratas de comemierderías que pone en boca presidencial, que parece feliz con su prosa porque lo envía al cuartelito de Polanco, que anunció los grandes cambios para que nada cambie.
Guillén y Barnet han sido los únicos presidentes de la UNEAC con una obra sólida a sus espaldas. El resto son meros funcionarios del aparato, incluido el botellero mayor, Abel Prieto, ahora retozando en la piscina de Casa de las Américas, con su melena sesentera, de la que no ha donado ni un milímetro a Machado Ventura, ese guardian incansable del pan de sus hijos.
Por cierto, las malas lenguas de La Habana, me aseguran que la nueva viceministra de Cultura made in Sancti Spíritus, es brutica con cojones, y que Cuba ha perdido con ella una gran peluquera, pues se le da bien el estilismo.
Ya avisó Martí: la justicia primero, el arte después. Pena que no haya ni una cosa, ni la otra, solo soflamas de la resistencia creativa que, en cualquier momento, tiene sección en la UNEAC.
Tápense cubanos, que este año bisiesto promete las peores emociones, de la mano de grumetes que emulan (socialistamente) con el capitán del Titanic.