
“DÉJAME AQUÍ EN GÜINES”…
Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Venía de un largo viaje en el pico de una bella, pero desorientada cigüeña. Recorrió todas las provincias. Me encantó Varadero, Cienfuegos, Trinidad, Santiago, Bayamo, Placetas, toda la isla era el paraíso terrenal.
Parecía confundida, como si no supiera dónde ponerme, recuerdo claramente haber pasado por encima de la más bella capital del mundo ¡LA HABANA!
Estaba asustado por la altura, pero no por eso dejé de apreciar a La Habana. El cabaret Sans Souci , el Tropicana, Flogar, El Encanto, Fin de Siglo, Galiano y San Rafael, La Rampa, el Focsa, la Avenida Carlos III, el Capri, el Habana Hilton, el Stadium del Cerro, el Centro Gallego, el Capitolio, el Palacio Presidencial, el Floridita, la Catedral de San Cristóbal y la Iglesia de Reina.
A una velocidad supersónica pasamos por el Paseo del Prado, la Manzana de Gómez, el Alí Bar, el Miramar Yacht Club, el Club Cubanaleco, el Comodoro, CMQ y Radiocentro, los mejores puestos de fritas del planeta, el Vedado, el malecón.
Sentí enorme alegría desde que la cigüeña pasó despistada y cansada por La Virgen del Camino..
Lloré con alegre emoción cuando como un bólido pasó Cuatro Caminos, San Francisco de Paula, El Cotorro, Jamaica (ahí paró para picar unos panques) San José de las Lajas, La Gabina y mi alegría iba creciendo.
De súbito la cigüeña levantó vuelo a lo más alto de la Loma de Candela y al comenzar el descenso me dio la sensación como que los latidos de mi pequeñísimo corazón se sentían desde el Ojo de Agua de Catalina hasta la desembocadura del río.
Imposible para el que no nació en La Huerta de Cuba sentir lo que yo sentí al mirar hacia abajo, al ver en la lejanía, en la distancia, el Valle de Güines, ¡La Villa!
Y me parece que fue ayer cuando desde las alturas vi a Joseito el Colorado repartiendo ostiones, el maestro Ayala vendiendo revistas, Sendo haciendo batidos.
Y junto a mi cigüeña vi llegando a otras muchas depositando en mi pueblito a Manolo Amich, Félix Alberto Garcés, Milton Sori, Gisela Granda, a Jesús Hernández, a Magaly Alfonso, a Ledia Herrera, Robert Capote…
Un año antes había llegado Enrique Alejo y ya estaba instalado en El Residencial Mayabeque.. Después llegaron Emilio Garcés, Jaime Quintero y Eduardo Ayala.
Al fin la cigueña me dejó en la saleta de mis padres en Pinillos 463, casi esquina a Soparda. Y vi la cara risueña de Eulalia, la comadrona.