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Por Alden González Díaz. ()
SAntiago de Cuba.- ‘De NG La Banda para Curaçao’ es uno de los discos más redondos producidos por José Luis Cortés.
En dicho álbum hay una interesante convivencia de inéditos con clásicos cubanos. Fue lanzado en 1995, cuando todavía para algunos en Cuba la reverencia a lo raigal no era considerada una «mentira maldita».
No llega al nivel de obra maestra de ‘La culebra’ de Osdalgia, ‘Solamente con amor’ de Carlos Averhoff y ‘Tony Calá canta a Benny Moré’. Sin embargo, de esos grandes álbumes es el que mejor sonido tiene. Todo esto es a mi modo de ver (en la práctica, de escuchar).
De hecho considero que ese disco, ‘La cachimba’ y ‘You don’t know what love is’ ostentan el sonido más competitivo en su vasta discografía. ‘You don’t know what love is’ es un precioso trabajo producido a Xiomara Laugart, que lamentablemente no aparece ya ni en los centros espirituales.
Pasa que El Tosco produjo mucha buena música con sonido irregular (y aquí irregular se convierte en eufemismo).
En el álbum referido aparece una versión del «Son de la loma» que es de las mejores en la profusión de versiones contemporáneas del tema.
En 2022, año de fallecimiento de José Luis Cortés, se cumplieron cien años de ese son. La presencia de ‘Mamá, son de la loma’ en la discografía de músicos tan innovadores como El Tosco y Alain Pérez, más todo el recorrido nacional e internacional del tema, pudiera hacernos aseverar que esa es una de las piezas más exitosas en la historia de la música cubana. Probablemente son las principales referencias de la innovación bailable contemporánea.
Ese centenario pasó desapercibido. A los que nos gustaría que acá adentro el respeto a nuestras raíces musicales fuera palpable, pudo habernos servido como un ensayo del olímpico ninguneo. Este parece le va a tocar este 8 de mayo al primer siglo de inmortalidad del Trío Matamoros (uno de los proyectos musicales más relevantes, exitosos, elevados, que en Cuba han sido).
Nota discordante: ‘Mamá, son de la loma’ surgió un día de 1922 en la intersección de las calles Trocha y San Pedro. Aquí, Miguel Matamoros estaba dando una serenata junto a Alfonso del Río.
Es bastante probable que fuera el resumen de un día bohemio empezado en el Café Bélgica, sitio de reunión frecuente de trovadores en ese tiempo.
El «Bélgica» se encontraba en Trocha y Santo Tomás, donde hoy está la cafetería La Pelota. En una cafetería de Santiago de Cuba, llamada La Pelota, no hay una foto de Antonio Pacheco.