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Por Víctor ovidio Artiles ()
Caibarién.- Un falso amigo me contaba hoy sobre su «motivito» del 31 de diciembre. Tuvo el valor de contarme todo el proceso de matanza del puerco. Según el examigo, se trataba de un ejemplar de unas doscientas libras, de los denominados cuatro nalgas.
Alardeó con el momento en que ase… sinan al porcino de una sola puña… lada y de los gritos que daba.
No le bastó tanta infamia y pasó a detalles más indignantes, como el tamaño de los chicharrones, lo crujientes que estaban, la lata y media de manteca, el fricasé de aguja, las masas fritas, la cucharada de grasa sobre el congrí pa que brille, la yuca con mojito, la repugnancia, la llenura, el no querer saber más de puerco por un tiempo.
Y yo oyendo a ese tipo y sin poder darle una galleta. ¡Mierda de persona! Yo, que el último puerco vivo que vi fue en un dibujo animado de Porki. Ni recuerdo la última vez que participé en un sacrificio porcino. Ya ni me acordaba que se eliminaban como a los guapos.
He tratado de recordar el grito del que hablaba ese hombre y no lo logro. No sé si chillan, gritan o dicen: ¡No me maten, coño, que soy virgen todavía!
Cuatro nalgas dice el tipo… Cuatro huevos hay que tener para hacerme un cuento así, teniendo tan fresco el cierre de año. Ya pienso en los cerdos como en los tiranosaurios Rex. Hay muchas teorías sobre la desaparición de estos últimos, incluida la caída de un gigantesco meteorito.
Sobre el caso de la desaparición porcina no he conocido de accidente similar. Si cae un meteorito, espero les caiga en los calderos en que fríen las masitas a los que los desaparecieron.
Como dice el bolero: ¿Amigo de qué?