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¡Coge tu lavadora, Pepillo!

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Por Jorge Bacallao Guerra (9

La Habana.- Una vez yo pellizqué a una vieja. Paseaba con Jorgito por Lawton cuando él tenía cerca de dos años. No fue un pellizco fuerte, fue más bien agarrarle la piel del cachete derecho y sacudirla suavemente, pero al tomarla desprevenida, me miró con una expresión mitad sorpresa, mitad indignación.

-¿Oye, por qué me haces esto? -me dijo. ¿No te gusta? – Simulé asombro yo.

-¿Cómo me va a gustar esta pesadez? !Esto no le gusta a nadie!

-¿Ah no? ¿Y por qué se lo acabas de hacer a mi hijo?

Yo soy muy bueno encontrando la palabra precisa y poniendo la sonrisa perfecta en situaciones de debate. Canto mal y no bailo nada, pero la respuesta aguda y automática es mi superpoder. Si eso fuera una carrera universitaria, yo sería alguien en la vida.

Lo entreno mucho, porque es un don que disfruto y honro, pero reconozco que nací con aptitudes porque la genética no falla. Por poner un ejemplo, mi papá una vez debatía un tema de trabajo con un colega y el hombre se empezó a exaltar y subió la voz. El viejo, que es un lord inglés, le dijo bajito: «Fulano, me parece que lo que deberías subir es la calidad del argumento, no los decibeles del discurso».

Una vez se me apareció un vendedor de pescado en la casa, y propuso «palgo» agregando que éste estaba mejor que el anterior que me vendió. Las alarmas se dispararon, porque sumado a la pinta de torturador medieval estaba el hecho de que era la primera que veía a aquel tipo, no digas tú haberle comprado pescado antes.

Sacó un paquete envuelto en un sobre con unas coronitas impresas, muy limpio, con toda la apariencia de estar acabadito de robar de algún lugar bueno, pero al primer golpe de olor, supe que era pescado de río. Y se lo dije. Debatimos un poco, hasta que el torturador me dijo: Hermano, en esta vida a veces hay que creer en los hombres. Esto es palgo, te lo digo. Ten confianza.

-Hubieras empezado por ahí. Son 8 dólares ¿no? Espérame aquí. Al minuto salí con un billete de a 5 y tres de a 1 del juego de Monopoly y se los tendí.

-¿Quejesto asere?

-Dólares hermano, hay que creer en los hombres. Ten confianza.

Otra vez me tocó abrir un Festival Aquelarre en la Sala Covarrubias. Me iba bien, público bueno, atento y reidor, y de pronto, un murciélago empezó a revolotear y me robó la atención. Esto para el comediante es fatal, así que se me ocurrió decir: Y como pueden ver, querido público, el Aquelarre de este año presenta la novedad de que está patrocinado por Batman. Y eso me salvó.

Y el caso que recuerdo con más cariño: estaba trabajando en Los Lucas y me mandaron a sumarme a una entrevista ya empezada que se estaba grabando. Era un grupo musical juvenil, no recuerdo el nombre, de muchachones fuertecitos. No los conocía, y les pregunto: ¿Cómo es de importante mantener la imagen fitness para su trabajo, porque veo que todos están en buena forma?

Uno de ellos se levantó el pulover, me mostró el abdomen marcado, (todo esto en cámara) y me dijo: Mira, yo tengo abdomen de lavadero, y tú tienes abdomen de lavadora. Y era verdad, fue en una época en que yo estaba pasado de peso, pero ligero de respuesta. Así que le dije: Ah, que bien, pero recuerda que el lavadero tiene un desagüe corto y la lavadora trae tremenda manguera.

Hubo que cortar. Nos reímos todos. Fui duro, pero él empezó. Así que termino aquí, regalando un consejo: «Tratar de burlarte de un comediante es orinar contra el ventilador» y aunque ahora ya no estoy tan cortado porque un señor de 46 debe priorizar la masa muscular, dejo la foto de abajo por si este post le llega al muchacho de aquel grupo musical. ¡Coge tu lavadora, Pepillo…!

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