Por Jorge de Mello ()
La Habana.- A las 7:30 de la mañana llego al Banco Metropolitano de calle 23 y Montero Sánchez, en El Vedado, con la intención de sacar mi poco dinero devaluado. En estos días ha resultado imposible comprar y pagar mediante tranferencia electrónica. En un país totalmente disfuncional es natural que el sistema bancario tampoco funcione.
Como es habitual en Cuba, los cajeros no tienen efectivo. Hay más de cien personas haciendo cola pacientemente en la acera, aproximadamente el 90 por ciento son de la tercera edad. Me coloco en la fila y oigo las conversaciones de la gente; un señor muy mayor le comenta a otro que llegó a las 5 de la mañana dispuesto a esperar a que en algún momento habiliten con billetes los cajeros automáticos.
A las 8:05 habilitan uno, solo uno, de los cuatro destartalados cajeros. Una señora a mi lado dice: —menos mal, el otro día cargaron los cajeros a las 10 de la mañana.
No deja de asombrarme la carga de ingenuidad y resignación que contienen la mayoría de los comentarios que oigo.
De pronto comienza a lloviznar, algunos sacan sus sombrillas, otros se mojan; la llovizna arrecia y la cola comienza a moverse agitadamente como una serpiente con convulsiones, pero nadie se va del lugar.
Entonces empieza una discusión fuerte, algunos gritan y otros responden furiosos como animalitos que defienden su territorio. Observo con tristeza esa escena que se ha repetido diariamente durante los últimos 65 años en cada rincón del país.
Tomo unas fotos y algunos me miran con recelo, me siento en el contén de la acera y comienzo a escribir esta nota. Pasado un rato miro el reloj de la pequeña pantalla, son las 9:30, por lo que ya llevo dos horas aquí. Calculo que estoy a unas veinte personas de llegar al cajero, en ese preciso momento quitaron la electricidad y como un coro espontáneo, se oye un murmullo de desesperación.